La Rayuela
Lola Quero
Juana ya no está loca
Según el Artículo 183 Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial, “son inhábiles, los días del mes de agosto, así como todos los días desde el 24 de diciembre hasta el 6 de enero del año siguiente, ambos inclusive”.
Es justo y necesario que toda la familia judicial pueda descansar y disfrutar de unas merecidas vacaciones, lo que sin embargo no parece tan de recibo, es que por mor de esas vacaciones, un niño de 10 años haya estado a punto de tener que regresar con su padre a Italia, a pesar de que su hermano mayor y él mismo han dejado claros los malos tratos, amenazas y coacciones, de que han sido víctimas por parte de un padre al que la fiscalía italiana ha abierto un procedimiento por esos mismos malos tratos.
La historia de la lucha de Juana Rivas para proteger a sus hijos menores de su padre será estudiada en las facultades de Derecho, como ejemplo de mala praxis, desidia y prejuicios judiciales.
Me dirán que Rivas obró mal hace seis años, cuando intentó sustraerse a la acción de la justicia para evitar que sus hijos regresaran a Italia. Llevan razón. Jamás Juana, mal aconsejada y peor asesorada, debió hacer lo que hizo en aquel verano, pero ella ya lo ha pagado y lo sabe sobradamente.
La pesadilla judicial de esta madre comenzó teniendo la desgracia de caer en las manos del Juez Piñar, un dechado de misoginia y machismo, afortunadamente hoy sin potestades judiciales, para seguir con la pesadilla de esta Navidad, en la que la burocracia judicial ha estado a punto de cometer un nuevo desafuero, al amparo de sus protocolos, competencias y vacaciones.
En un caso como el que nos ocupa la prioridad es salvaguardar la integridad física y moral de un niño maltratado y que teme por su vida y eso solo ha ocurrido ‘in extremis’, cuando la presión social y mediática ha empujado a la fiscalía a pedir a la jueza de guardia que escuchara a Daniel. ¿No podíamos haber empezado por ahí?
Al pequeño Daniel no se le olvidara jamás la noche de Reyes de este 2025, porque mientras sus majestades traían regalos a los niños, a él lo que le traían era un viaje de vuelta al infierno del terror de la convivencia con su padre, porque un juzgado de Instrucción se declaraba incompetente, la jueza de familia estaba de vacaciones y su sustituta necesitaba quince días para estudiar el caso.
Daniel no podrá entender nunca que su vida haya corrido riesgo cierto, porque el marasmo judicial navideño ha estado a punto de priorizar vacaciones y competencias, antes que los intereses de un menor… Nosotros tampoco.
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