Por montera
Mariló Montero
Los tickets
Hay muchas cosas que pueden desconcertar a un granadino. Por ejemplo, que haya una Semana Santa pasada por agua y no pueda ver su paso preferido. O que su equipo baje a Segunda, como ha hecho este año. O que la Tarasca vaya hecha un adefesio. O ir a por un helado a Los Italianos y encontrarse el establecimiento cerrado. Porque el granadino ya sabe que en Granada no hay cuatro estaciones del año, sino dos: cuando están abiertos Los Italianos y cuando están cerrados… Pero hay sobre todo una cosa que desconcierta al máximo a un granadino: ir a un bar, pedir una caña y que no le pongan tapa o que la tapa sea una mierda. Eso lo descompone, le hace cisco el ánimo. Si un granadino entra a un bar y no le ponen la tapa, ese bar queda marcado para siempre en el ritual de sus salidas. Le echa la cruz. Cuando sale del negocio en el que le ha racaneado la tapa va pensado eso de por aquí no me ves más el pelo ni de coña. ¡Y ay de aquel que teniendo un bar no se esmera en poner una tapa decente! Ese negocio va a la ruina, seguro. El granadino no va a beber cerveza o vino (bueno, sí, también) pero sobre todo va por la tapa. La cerveza y el vino pueden ser los peores del mundo, pero si va acompañado por una buena tapa, lo perdona. Llega a pregonar entre sus amistades que es un buen bar, aunque le hayan puesto un vino peleón al precio de un reserva. Es la tapa lo que marca la diferencia. El granadino va a comer o a cenar, tiene la mesa a rebosar de comida, pide una cerveza y le advierte al camarero: “Y me trae usted la tapilla”. No lo puede remediar. Va en su ADN.
Algunos bares ponen letreros diciendo que la tapa es una cortesía del establecimiento, pero el granadino se ríe de eso. Si es una cortesía que cobren la cerveza más barata, dice. Está más que asumido que el precio de las consumiciones son con la tapa incluida, así que nada de cortesía. Hay quien dice que prefiere el ritual de otros muchos lugares de España, que es cobrar la consumición más barata y elegir el cliente el pincho o la tapa. Pero aquí no. Aquí el granadino lo único que lo reconforta al entrar en un bar es pedir una cerveza y que le pongan una buena tapa. Y punto y pelota.
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