Ponga un rey en su DANA

30 de diciembre 2024 - 03:07

Siente un pobre en su mesa’ era el lema de una campaña de Navidad que el nacionalcatolicismo franquista puso en marcha en los 50’ para alentar la caridad hacia los pobres. Se animaba a los ricos a añadir, “en fechas tan señaladas”, un plato a sus mesas. Berlanga tuvo que cambiar, para esquivar la censura, el título original de su película de 1961, Ponga un pobre en su mesa –remedo del de la campaña–por el de uno de los personajes del film, Plácido, dueño de un motocarro, al que le cumple la primera letra del vehículo el día de Nochebuena, y que busca cómo pagarla para evitar el embargo. Así el argumento obtuvo el nihil obstat. Hoy en día, un egoísmo inteligente nos lleva a las almas bellas a sentir una punzada de compasión, de culpa y de solidaridad, cuando, ya con estos fríos, nos topamos en la calle con un sintecho, con sus pertenencias en un carrito, durmiendo en un banco, al inclemente aire libre, embutido en un saco de dormir y confortado con una constelación de botellas y tetabriks de vino, que le sirven de calefactores. El egoísmo inteligente, en este caso, no pasa de ahí: de pensar que la vida sería más bella si en nuestro paseo cardiosaludable no sufriéramos estos golpes de cruda realidad. El paseante misericordioso, en una primera aproximación a la pobreza extrema y a la rendición paulatina de los indigentes, sopesa la idea de invitar al sintecho a una cama cálida, a una ducha de agua caliente y a unas lavadoras para borrar las huellas que la vida al aire libre deja en la ropa. Hasta ahí. Luego recula, y se autoconvence de que quizá el sintecho rechace su ofrecimiento. Calcula esta alma compasiva que, en su pisito de 60 metros, cabría un pobre una o dos noches, pero más sería incómodo, y que el cuarto de baño, único, le obligaría a él y a su buena obra, a hacer turnos; que qué dirían los vecinos si lo sorprendiesen introduciéndolo en el hogar, que de qué hablarían… Un egoísmo inteligente está haciendo que el modelo que se sigue en la catástrofe valenciana sea más de llevar al rey a la DANA que el de utilizar todos los medios de transporte del ‘Estado social y democrático de Derecho’ para trasladar a los damnificados a la Zarzuela, a la Moncloa, a Ferraz, a Génova, o a la casa particular de cada uno esos compasivos extractores de prestigio a costa del dolor ajeno.

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