Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
Una de las mejores cosas que me ha permitido este bendito oficio del periodismo es, sin duda, el haber tenido el placer de pregonar fiestas y acontecimientos por toda nuestra geografía, pero sin duda recibir el encargo de pregonar las fiestas del Albayzín, como tendré el honor de hacer esta noche, me resulta especialmente emocionante.
Cuando hace unas semanas se dio a conocer la noticia de que ya habían en el barrio más plazas de alojamiento turístico que de albayzineros y albayzineras, me invadió una profunda tristeza, más que nada porque soy de los convencidos de que por muy hermoso que sea el entorno, la trama urbana y el paisaje, no serían absolutamente nada sin el paisanaje.
El Albayzín no sería nada sin sus habitantes, sin sus bares, sin sus hornos, sin sus tiendas, sin sus coles. No reconoceríamos al Albayzín sin el Torcuato, sin el Aliatar, sin el Kiki, sin el Buchito, sin el Miguele, sin los Mascarones, sin la Casa Pasteles, sin la Entraiya, sin Aixa, sin las Tomasas, sin el Agua, sin el Aljibe del Trillo, sin el Abén Humeya, sin la Taberna del Beso, sin la Reina Mora, sin el IES Albayzín, sin el Ave María, sin el Carmen de la Victoria, sin la Casa Yangüas, sin Conchita, sin Cristina Gutiérrez y sus mantillas, sin Pepe Bigorra, sin Victoria, sin Emilio Calatayud, sin la familia Morente, sin la droguería la Estrella con “el Estrellico”, sin los Solana y sus panes, sin la desaparecida churrería “La Marivi”. El Albayzín no sería nada sin Cristina, Rosarito y Mari Carmen mujeres que durante décadas han llevado las asociaciones más carismáticas del barrio. No sería nada sin “El Madruga” y su altavoz paseando vendiendo boletos y haciendo mandaos... en Navidad es para verlo con sus villancicos; sin “El Bernar”, el lotero que es el que les reparte suerte de vez en cuando, sin Chari, “La Rizaica”, una tienda de chuches de toda la vida en la Calle del Agua, sin “El Manolín” que es el presidente de la Asociación de Artesanos del Gallo; sin Fajalauza; sin Carrascosa que tanto ha hecho por el barrio, por la escuela y por el asociacionismo albaicinero; sin Antonio García Molina, el primer presidente de la asociación de vecinos, que nada más llegar la democracia se organizaron creando la modélica asociación del barrio, ya con más de 45 años de antigüedad.
Sin esas personas, esas tiendas, esos bares y esos negocios, el Albayzín, no sería el Albayzín, sería un decorado de cartón piedra, porque todas y todos ellos son algo así como la sangre que corre por las venas de ese maravilloso barrio. No hagamos que esa sangre no pueda llegar hasta el último capilar, porque entonces el Albayzín fallecería por trombosis
Gracias por tanto honor y nos vemos esta noche en San Nicolás.
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