Notas al margen
David Fernández
Juanma Moreno se adentra en las tripas del SAS
Hubo en Carmona (Sevilla) el retrato de un hijo de aquella población, firmado por Juan de Valdés Leal, que representaba a un fraile mercedario, en actitud sedente –con un punto de mayestática– y que fue el padre Alfonso de Sotomayor y Caro. Este retrato, en la actualidad, se puede contemplar en el magnífico museo sevillano de Bellas Artes. Aparece el fraile en la pintura en hábito de pleno blanco y como maestro general –que lo fue– de la Orden de la Merced, en el coro de la antigua iglesia hispalense mercedaria, convento desamortizado en 1835 y –casualidades de la historia– a donde vino a volver, de nuevo, la pintura de que hablamos, no sin antes haber estado en casa y pertenencia de la señora marquesa de las Torres de la Presa, hasta al menos el año 1932.
Relativo interés podrían tener estas noticias –el fraile vivió entre 1607 y 1682– si no fuese porque de los dos únicos andaluces que han ocupado el sillón de presidente de la Generalitat de Cataluña, este ilustre carmonense lo fue el primero, ocupando la más alta magistratura catalana, después de la propia Corona de España, entre los años 1677 y 1680, falleciendo dos años más tarde, esto es en 1682 y siendo enterrado en las naves góticas de la primitiva catedral de Barcelona, en la que había ocupado su cátedra como arzobispo de la misma. En la nómina de presidentes de la Generalitat de Cataluña, que llega en nuestros días –algunos con turbulentos episodios de huidas de la Justicia– hasta el número de 132, Alfonso de Sotomayor fue el número 108. El otro andaluz que ha sido, asimismo, presidente de la Generalitat, fue el cordobés –de una de las aldeas del pueblo de Iznájar– nacido en 1955, José Montilla Aguilera, cuya presidencia fue entre los años 2006 y 2010, político socialista que se ha autodefinido como “catalán, catalanista, español y europeísta” y “algo místico”, por añadidura.
Cierto es que pocos más han sido presidentes de la Generalitat de Cataluña, habiendo nacido fuera de aquella comunidad autónoma. Pero no es menos cierto que en los últimos años y paulatinamente, se da la paradoja de que existiendo una actitud que defiende y trata de propiciar ‘lo endémico’ de aquella tierra, se ha visto algo así como colonizada por multitud de gentes que provienen de otras tierras y suman sus sangres y apellidos a los tradicionales catalanes. El mundo va hacia el inevitable y enriquecedor mestizaje.
Y por si poco fuesen personajes actuales, como el oriundo y antipático andaluz Juan Gabriel Rufián Romero, téngase en cuenta que las primeras partituras musicales del baile de las sardanas las compuso, según comprobada historia, José María Ventura Casas, natural y bautizado en la jiennense ciudad de Alcalá la Real, el 3 de febrero de 1817. ¡Que tiene coña la cosa! ¿O no?
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