17 de diciembre 2024 - 03:07

Ahora que se acerca la Navidad, Juanma Moreno está preparando los regalitos para los ciudadanos del sur de España, que, agrupados bajo una autonomía fake, la del “no” en el 28-F, esperamos gozosos los presentes de nuestro líder.

No obstante, el regalito que nos ha preparado para estas fechas es un tanto sorprendente: una caja verdiblanca con el político Alejandro Rojas Marcos –andalucista de izquierdas que incluso fue concejal en la dictadura– en su interior, disfrazado de Nebrija, porque ha sido el elegido por Bonilla para inventarse el dialecto andalú, que ni existe ni nunca ha existido.

Y es que el presidente andaluz, en vez de dedicarse a solucionar los graves problemas de las listas de espera en la sanidad, los intolerables retrasos en la dependencia, la falta de financiación de las universidades públicas andaluzas, y un sinfín de problemas que se le acumulan, ha decidido dedicarse a la gramática, e inventarse una singularidad excluyente y supuestamente identitaria, al estilo catalán, poniendo al frente de la ideíta a un supuesto progre –para contemporizar con la izquierda nacionalista andaluza–, que, por si nos faltaba algo, va a convertirse en el árbitro de un idioma inexistente, para luego imponérnoslo como parte del feroz adoctrinamiento educativo que llevamos padeciendo +43 años.

¿Qué acento elegirá el otrora político, ahora reconvertido en insigne lingüista andalú para construir su inventado idioma? ¿El sevillano, el gaditano, el granadino…? Porque, por si este sevillano no lo sabe, el acento de Granada nada tiene que ver con los de Sevilla, Cádiz, Córdoba, Málaga o Huelva. Y parece que necesita que alguien le recuerde que lo que existe en Andalucía son singularidades fonéticas dentro del castellano, como ocurre en el resto de territorios donde se habla el idioma de Cervantes.

Pero este gramático aficionado ahora nos suelta boutades tales como que “el andaluz es una cosa y el castellano otra” o que la imposición del castellano ha sido el “gran problema” para que no se hable bien ninguno de los dos y termine hablándose el “castellandaluz”. ¿Está el patio para tanta majadería? ¿Le darán el premio Nobel de Literatura por su contribución al nacimiento de un nuevo idioma? Y cuando la mofa sea una realidad, vendrá el quejío sevillano, porque nadie entiende a los andaluces y nos discriminan por nuestro hecho diferencial inventado.

De esta postergada Granada se lo han llevado todo, pero ya quitarnos el español y el acento granaíno para imponernos el “mi arma”, pues no. Miren ilustres filólogos del jurásico andalú, en Granada se habla español y este regalito inventado y envenenado mejor que lo olviden cuanto antes en el baúl de las ocurrencias.

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