
La ciudad y los días
Carlos Colón
¿Exageran o callan lo que saben?
Presentó el tangerino-granadino Mostafa Akalay Naser su libro en la Corrala de Santiago y allí estábamos muchos de los admiradores-amigos que tiene en Granada para escuchar el saber de un urbanista y dinamizador cultural que tanto ha hecho por la Cultura con mayúsculas.
Hacer cultura de la buena nunca fue fácil. Implica saber, tener el don de la ocasión y ser constante. Mostafa supo hacerla desde un rincón de la ciudad donde daban estupendamente de comer y que tenía un nombre ya casi mítico, ‘El Tragaluz’, un lugar donde muchos empezamos a escuchar a grandes mentes abiertas a lo que ocurría en el mundo allá por los años noventa y dos mil.
Ian Gibson, González Alcantud o Andrés Sopeña eran habituales de aquel espacio diverso y plural que a todos aceptaba donde te sentías acogido por este señor de las letras que, con su entrañable trato, más parecía el rey del Realejo que el dueño del Tragaluz, una suerte de foco cultural durante décadas en el corazón del Realejo.
Porque él es sobre todo un tangerino cosmopolita que a su buena cuna sumaba su formación parisina, su doctorado en historia del arte y su amistad con el mítico proscrito de las letras Mohammed Chukri, con Juan Goytisolo y con muchos de los rebeldes sagrados de cierta ‘gauche divine’ de la cultura que, gracias a los buenos oficios de Mostafa, pudimos tener por aquí.
Disfrutamos en la presentación del libro El ensanche de Tetuán (1860-1956) un patrimonio compartido entre las dos orillas. Me gustó escuchar a mentes que saben leer y pensar las ciudades. Es todo un arte. Entiquece que te descifren en pocas lineas un Barcelona con su ‘Eixample’ del orgullo burgués racionalista o el París del higienismo imperial del barón Hausman, un empuje urbano que tuvo en Tetuán (la ‘Granada’ del otro lado del Estrecho) su momento urbano que, según se dijo, pasó de largo por la ciudad de la Alhambra donde sólo nos quedó ese remedo de ampliación llamado Camino de Ronda más dado al ladrillo visto y el aluvión humano que a la contemplación o el paseo.
Tuvimos hasta celebración musical andalusí en este acto porque lo de Mostafa era un regreso a lo querido y conocido desde su última aventura, ahora como decano en Fez, un retorno esperado/celebrado por muchos de los que sabemos que las ciudades que integran lo diverso y se miran en lo grande son las que respiran e inspiran a ser aquello que un día soñaron ser.
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