
Los nuevos tiempos
César De Requesens
Nieve iluminada
La ética y el dinero siempre se llevaron mal. Como pasa con los políticos, los valores del bien común, la proporcionalidad, el juego limpio o la equidad son un corsé que los ricos perciben con molestia cuando la sensación de omnipotencia se instala en la mente del que se percibe como el puto amo del mundo en el que la inmediatez en el cumplimento de sus deseos es el horizonte de acción frente a cualquier reparo.
Pero a la larga les vienen bien los límites porque, pasado un tiempo, les llegará el llanto y el crujir de dientes ante la visión desoladora de la consecuencia de sus actos. El cultivo del arte de la prudencia y el buen sentido, la consulta a terceros más entendidos, el gobierno desde la mesura y los cambios paulatinos son cautelas que convierten en duraderos los logros pretendidos.
Así, los dos plutarcas que han ‘okupado’ la Casa Blanca, Elon Musk y Donald Trump, tanto monta, son dos aspirantes a ser reconducidos a la sabiduría política que tanto les repele. Aunque sea a palos. Nos va la supervivencia en ello. Porque han cogido el mando como esos nuevos ricos que llegan a la fiesta con la etiqueta de los grandes almacenes aún visible colgando del chaqué de estreno. Viven ajenos a las virtudes de gobernar pactando con los oponentes, sana práctica que obliga a escuchar y a incluir en lo propio algo de la visión contraria.
Pero estos dos vienen de dirigir empresas, máquinas de hacer dinero donde la democracia es algo extraño. Sólo hay un dueño, el amo, y unos asalariados sin opinión alguna. De ahí sus formas impositivas o sus aires de caudillos.
Prueba de este estilo snob es el giro copernicano de Trump en el tema de Ucrania. Sin asumir lealtades pasadas, ha dejado con el culo al aire a Zelenski y a la UE. Como un Judas que se va a hablar con los romanos, se ha desentendido de sus protegidos. Lo cual jode pero despierta a la realidad de que esa pleitesía que le observaba Europa ya no tiene sentido. La distancia mental de Europa con USA se ha triplicado. Y nunca tuvimos una misma sensibilidad ni un mismo espíritu.
En el fondo es un regalo esta traición íntima del patán de Trump cuyo equivalente español sería aquel patético Jesús Gil, ese híbrido entre Torrente y Julián Muñoz. Porque la mentalidad del constructor es la del capataz que además pone el dinero.
Como no se les puede devolver al cole y a sus papás para que les reeduquen, nos toca a todos hacer un frente común que les recuerde que el mundo es suyo ni está a su servicio. Y a esperar a que ellos mismos caigan al barro de sus propios errores, que ya empiezan a ser muchos.
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