Andrés García Ibáñez

De La Roldana y del Saliente

Resistiendo

02 de enero 2025 - 03:05

En 1670 se publicó en cuatro tomos La mística Ciudad de Dios, obra escrita por la monja concepcionista María Jesús de Ágreda, a la sazón fue confidente del rey Felipe IV. Esta primera edición, póstuma, pues la religiosa falleció en 1665, fue impulsada por los franciscanos Samaniego y Salizanes, quienes le habían asistido en su lecho de muerte y defendieron después la obra en la Universidad de Salamanca. La Mística Ciudad de Dios es un amplio texto de contenido mariológico que narra la vida de la Virgen con profusión de detalles, anécdotas y reflexiones teológicas que colocan a la Virgen como un contenedor-ciudad divino que alberga a Jesucristo-Dios y su misión salvífica. En este sentido, aparecen comentarios sobre escatología, dedicados especialmente a los capítulos XII, XXI y XXII del Apocalipsis, identificando a la Virgen con la Nueva Jerusalén, la ciudad celestial donde, tras el juicio, mora la humanidad amparada por el plan salvador de Cristo. La obra de Ágreda, quien manifestó en vida que sus escritos habían sido revelados y dictados por Dios, suscitó un amplio debate teológico y a punto estuvo de ser prohibida. No obstante, su lectura devota fue constante en las cortes de Felipe IV y Carlos II, y referencia obligada para las representaciones artísticas que estos monarcas encomendaban a sus distintos pintores y escultores de cámara. En este contexto, una mayoría de obras realizadas por la Roldana en su etapa madrileña –al servicio de Carlos II y Felipe V- se nutren iconográficamente de las lecturas de La Mística Ciudad de Dios; especialmente los grupos de pequeñas figuras en terracota policromada destinadas a la devoción privada de los monarcas, nobles o altos cargos de la corte. El Santuario del Saliente fue erigido poco tiempo después por el obispo Claudio Sanz y Torres para albergar dignamente a la preexistente imagen del mismo nombre –talla que reproduce fielmente el grabado de Durero sobre el capítulo doce del Apocalipsis- y alumbrar una suerte de centro teológico mariano y apocalíptico. El edificio se nutre en su concepción arquitectónica y decorativa de las simbologías apuntadas por la madre Ágreda en su libro. Si a todo ello unimos la demostrada afición de La Roldana a usar los grabados de Durero como fuente de inspiración directa para sus obras –veánse sus tres Ecce Homos- y la asombrosa afinidad estilística de la talla salientera con sus obras más identificables, se allana aún más el camino para la atribución de la Virgen del Saliente a su gubia genial.

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