Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
Decía el gran Winston Churchill que “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”. Poco imaginaba el exprimer británico que después de una pavorosa guerra mundial provocada por regímenes totalitarios y de millones de víctimas de diferentes dictaduras a lo largo y ancho de este mundo, en pleno siglo XXI y entre la población más joven y supuestamente mejor formada, uno de cada cuatro jóvenes varones españoles piensa que, en algunas circunstancias, el autoritarismo puede ser preferible a la democracia. Absolutamente demoledor.
Es cierto que el mundo está viviendo una fuerte crisis democrática y la realidad nos demuestra que lejos de haber avanzado en democracia, igualdad y libertades, se está amenazando seriamente todo aquello que dábamos por conquistado, incluso en países que teníamos como cuna y paradigma de todo ello, como en los Estados Unidos.
47 años después de la muerte de Franco y con él de una dictadura de cuatro décadas, después del fin de nuestro aislamiento de la comunidad internacional, de nuestro ingreso de pleno derecho en las instituciones europeas y de nuestro despegue económico, también pensábamos que en España no había vuelta atrás y que estábamos vacunados ante cualquier involución democrática. Craso error.
La irrupción de formaciones abiertamente antidemocráticas, como Vox y el “éxito” en amplias capas de nuestra sociedad, alarmantemente las más jóvenes, de ideologías racistas, xenófobas, negacionistas, homófobas y machistas, están llevando a buena parte de la población española a cuestionar la mismísima Democracia, hasta el punto que, según el barómetro sobre El “desorden democrático”, elaborado por 40dB, casi el 26% de españoles de entre 18 y 26 años, vería justificado un régimen autoritario en según qué circunstancias.
Se pregunta la izquierda ¿por qué? de esa deriva ultra, cuando jamás se han abordado más políticas sociales y la respuesta es muy sencilla: porque se ha gripado el ascensor social y esas medidas no le llegan a los jóvenes a quienes no les importaría un “régimen autoritario”. Afortunadamente hay vacuna, solo que hay actuar decidida rápidamente. Esa vacuna es muy simple y tiene tres ingredientes: trabajo digno, sueldo digno y vivienda digna. Mezclados en su justa proporción son el mejor antídoto contra la deriva y el populismo ultra.
No olvidemos también el daño que está haciendo en este país, que nuestros niños y jóvenes no hayan aprendido los horrores de nuestra historia más reciente en los colegios y cuánto daño no haber llamado a las cosas por su nombre bajo ese impresentable argumento de “no reabrir heridas”.
A tiempo estamos de que esto no vaya a más, pero no hay un minuto que perder.
También te puede interesar
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Niño-Dios de esta noche
Rosa de los vientos
Pilar Bensusan
Érase una Navidad
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Navidades de pueblo
Lo último