Sexo con robots y pastillas

25 de noviembre 2024 - 03:09

En los 50’, los niños no sabíamos nada del pavo del día de Acción de Gracias, pero sí del pavo de Navidad que aparecía en la mesa de la familia Ulises del TBO. Mi carnicera de Cájar, la revista estadounidense The New Yorker y las películas americanas en las que las familias se reencuentran y se despedazan el Día de Acción de Gracias en torno a un pavo, me confirman que el pavo no es un ectoplasma, que existe. En 2014, la carnicera me informó de que el pavo de Navidad le salía de guinda y de que cuando llegaban los nietos para zampárselo, les prohibía ‘planchar’, es decir, deslizar la mano de izquierda a derecha sobre sus dispositivos, y que los obligaba a dejar móviles y tabletas en una canasta del recibidor. La abuela de este pueblo todavía tenía autoridad para hacerlo. Pero la portada de la revista The New Yorker de 2023 muestra que en EE.UU. los padres y abuelos no solo se han rendido, sino que ellos, en torno al pavo que preside la mesa, han claudicado, porque desde el abuelo hasta el último mono de la casa aparecen con sus móviles, ensimismados, ausentes mientras que el pavo postergado es un invitado al que nadie presta atención. ¡Alarmante! Bien es verdad que siempre ha habido individuos que han preferido establecer un íntimo coloquio con dioses, muertos, ectoplasmas, fantasmas, esposos divinos, con ídolos e imágenes a hacerlo con sus vecinos. ¿Cuántas mujeres han celebrado sus esponsales con el divino Jesús? Con él, aseguran arrebatadas, conviven en castas nupcias desde que se le entregaron. San Juan de la Cruz, en un portentoso poema, el Cántico espiritual, se la pasa horas hablando con el Amado que, se niega a aparecer, y que le manda mensajeros que no saben decirle lo que él quiere saber del ausente. Seres, todos ellos virtuales, que no están, ni se les espera, en el comedor de la portada del The New Yorker, ni en las celdas de los cenobios donde residen los místicos. Que se hallan lejos, que son trampantojos de criaturas reales. La antropóloga neerlandesa Roanne van Voorst en su libro Sexo robots y pastillas para enamorarse informa de que hay expertos que afirman que en 2050, el 10 por ciento de los jóvenes no solo habrá tenido relacione sexuales con un robot sino que, además, querrá vivir con él, en compañía de un perro y un gato robotizados. Amor in absentia de la carne.

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