El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Superioridad femenina
Decía Charles Chaplin que siempre le gustó caminar bajo la luvia para que nadie pudiera ver sus lágrimas. Si. La de Charlot, sería una gran opción. Sobre todo, para quien como pequeños satélites, como monigotes adosados al destino de nuestras vidas, crecen alrededor y no sufren tras nuestro paraguas continuos monólogos de permanente incertidumbre. Pero estas líneas no van de eso. Van de una forma de ver y entender la vida cuando el sol se pone y parece que nunca va a salir. En esta carretera de sube y baja en que el egoísmo político ha convertido nuestras vidas, en este tránsito del me la suda, de esa carretera de continua frustración y densos nubarrones negros en el futuro. No crean que no me digo un día tras otro, que, a pesar de ello, conviene levantar la vista del suelo y no rendirnos nunca.
Hoy tocaba destrozar la imagen de una más que deteriorada Fiscalía. Otro adivino y dueño de las masas que no dimite por el bienestar de su poblado fiscal. “En el convencimiento de que la continuidad en el cargo es lo menos gravoso y más prudente para la institución a medio y largo plazo, y de que en puridad refuerza la independencia de la Fiscalía española, anuncio mi intención de seguir ejerciendo mis responsabilidades como fiscal general del Estado”. Y uno, que sigue creyendo en la dignidad de las instituciones del Estado, reconoce que hay días que frases como esa se atraviesan en el estómago y nos recuerdan que el desprecio a aquellas se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Perdimos la dignidad. Los medios de comunicación se convirtieron en un parte de guerra de una encarnizada lucha contra la democracia.
Sí. Era día de recordar a Chaplin. Aun no sé por qué. Quizá por sus frases, por las esperpénticas imágenes que evoca un gobierno que, por enésima vez, aconseja desoír un auto dictado por un órgano judicial. De un gobierno que, cuando a los suyos toca, no ve necesario apartarlos de la vida pública, siquiera sólo por preservar la imagen de quienes con su trabajo callado se comprometen a defender la legalidad. Sí. La imagen de aferrarse una y otra vez al sillón hace que esa defensa aparezca a día de hoy, y es mucho, sólo como indiciariamente defendida. Apoyo y respeto a cuantos Fiscales a diario defienden la legalidad y nuestro Estado de Derecho. Solidaridad cuantos sienten que su responsable papel en nuestra sociedad queda en entredicho a causa del sillón de Don Álvaro.
“La vida es una obra de teatro que no permite ensayos; por eso canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida. Antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos”. Sólo nos queda eso, luchar. Luchar. Aunque la vida suba y baje todos los días. Si no lo hacemos por nosotros, por esta sociedad resquebrajada que nos tocó, hagámoslo por el futuro, por quienes a diario esperan que les digamos, por fin, que el sol volverá a salir.
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