Teoría del nuevo nazareno

Paisaje urbano

Leo estos días que varias hermandades anuncian cortejos por encima de los tres mil nazarenos, y muchas superarán los dos mil. Y que la de la Macarena ve con preocupación como la cifra se le puede ir por encima de los cuatro mil, con lo que ello tiene de inconveniente para la organización y marcha de la propia cofradía en la calle. Y eso que no se incluye en el cómputo a costaleros, acólitos y demás figurantes que ahora son también hermanos, pero antes no lo eran. Qué lejos quedan ya los tiempos en que la mayoría de las cofradías apenas superaban el medio millar. Mucho se discute sobre los nuevos usos sociales que han cambiado la forma de entender la Semana Santa, pero ninguno como la largura de los cortejos.

Y viendo todo eso, uno se pregunta de dónde saldrán tantos nazarenos ¿De las nuevas generaciones que vienen por detrás? No parece, si nos atenemos al alarmante descenso de natalidad que nos asola. ¿De un nuevo espíritu religioso? Tampoco, si tenemos en cuenta las encuestas sobre la práctica religiosa de los españoles, que no deja de bajar… ¿De unas mejores conexiones que faciliten el acceso del hermano al templo para realizar la estación de penitencia? Ni mucho menos, hoy son mayoría los que residen fuera del casco histórico, y pasan auténticas penalidades para acceder al centro. ¿Entonces? Sin entrar en excesivas profundidades y desconociendo estudios sociológicos sobre el tema, mi teoría es que la progresiva globalización de contenidos que caracteriza a esta sociedad posmoderna también ha llegado al mundo de las cofradías, de tal manera que el hecho de salir de nazareno ha superado la tradicional esfera de lo familiar o identitario, para adentrarse en los terrenos de lo que hoy llaman “experiencias”, a modo de nuevas aventuras no necesariamente religiosas en sentido estricto, pero sí espirituales en lo que tienen de viaje interior y reconocimiento en la colectividad, a lo que sin duda contribuye ese lado lúdico y sentimental del que nunca ha sido ajena nuestra semana mayor.

El nazareno medio de hoy es joven, con estudios, con número relativamente alto en la nómina, y aspectos antes relevantes como el género o la relación familiar con la hermandad han pasado a un segundo plano. En tiempos de descreimiento y soledad, no deja de ser curiosa esta renacida fascinación por la túnica y el capirote. Quizá sea porque, a pesar de todo, la cofradía sigue siendo el mejor refugio para reencontrarnos.

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