Tercer mundo sobre raíles

La ciudad y los días

Poirot y Henry Bennington almuerzan en un restaurante de King’s Road en el que una tarta de zarzamoras será la primera pista de un crimen. “¿Cómo se porta el mundo con usted?”, pregunta el famoso detective belga a su amigo. “¡Anda todo revuelto! Eso es lo que le ocurre al mundo actual: demasiada confusión y demasiada palabrería. La palabrería sirve para disimular la confusión. Como una salsa fuerte disimula que el pescado no esté demasiado fresco. A mí deme un filete de lenguado como es debido y no necesito ponerle nada”.

A los españoles hace demasiado tiempo que la cocina del Gobierno de Sánchez no nos sirve un buen lenguado fresco, sino pescado pasado que requiere salsa de palabrería para disimular la confusión en la que viven y provocan. ¿La última? El caos ferroviario del domingo que dejó tirados en los andenes o presos en los trenes a cerca de 11.000 ciudadanos, condenados a esperas de más de 10 horas y a la reclusión durante más de 12 horas en trenes sin agua, ni luz, ni comida. “¡Esto es tercer mundo sobre raíles!”, tuiteaba un afectado. “AVE Sevilla-Madrid. Desde las 19:33 en el tren metidos. Aportación de Renfe a los pasajeros, medio vaso de agua...” escribía otro a las tres de la mañana. “Son las 5.15 de la mañana. Salimos de San Fernando a las 18.20 y todavía no hemos llegado a Madrid. Hoy me ha tocado vivir el desastre de Renfe, la gestión de Oscar Puente… Gobierno de ineptos e inútiles…” tuiteaba una tercera víctima.

El robo de cableado y el enganchón de un tren Iryo a la catenaria fueron las causas según Renfe. Aunque según Óscar Puente se trató de un sabotaje: “Es una acción bastante coordinada. Quien lo hacía sabía a lo que iba”. Tendrán que ponerse de acuerdo. El sabotaje (según la RAE, “Daño o deterioro que se hace en instalaciones como procedimiento de lucha contra los patronos, contra el Estado o contra las fuerzas de ocupación en conflictos sociales o políticos”) convierte al Gobierno en víctima, eximiéndole de responsabilidades. Por eso se investigará por separado el apagón del pasado lunes como error técnico o ciberataque, conviniéndole por supuesto lo segundo.

La catástrofe en la que se ha convertido el transporte ferroviario ha acabado hasta con el AVE que fue la joya de la corona de nuestra modernización, de nuestro no solo homologarnos con lo mejor de Europa, sino superarlo. Volvemos a ser lo que fuimos. El tercer mundo sobre raíles.

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