El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Superioridad femenina
Ees lógico y saludable, a estas alturas, preguntarme si alguna vez tuve vocación de jurista. Y si eso de la vocación, era algo que se poseía, se nacía con ello, o por el contrario, es tu propia vida la que de carambola te sitúa ante tan discutido y denostado reto. Nunca lo supe, y a estas alturas quizá carezca de sentido preguntarme nada. Diría que se trata de un sinsentido. La libertad de mostrarse y quererse a uno mismo como libre, aunque en el fondo no lo sea. O la de creer que eres tú quien eliges. Y que por eso, cuentas entre los afortunados. Aunque uno se engañe. Da igual. Somos tantos los engañados….
Nunca tendré respuesta. Diría que es demasiado tarde. Sufrir tan cerca los problemas de los demás tiene ese lamentable designio: la renuncia. Al menos, la renuncia a lo que fuiste o prometiste ser. Eres tú, pero oculto tras sombras que no permiten ver quién está delante. Ni lo que siente, ni lo que sufre. Me gustaría dedicar este testamento a aquello contra lo que te sublevas a diario. Tantas luchas he tenido… Y eso que tu ego exige adoptar estrategias que te aboquen al éxito diario ante los demás. No sólo el social. También el del pan y vestido. Pero ese éxito, contrariamente, también aboca al fracaso, a obligarte a renunciar a lo que un día fuiste. Y bajo esa renuncia, carece de sentido pensar que eres libre sólo porque tienes llave para abrir un reducto de paredes o permiso para tomar un café a las ocho.
Porqué. Porqué la vida nos arrincona. Porqué nos vacía. Porqué en ocasiones es punto final de nuestra conciencia. Porqué cedemos a nuestros instintos, a nuestra forma de ser, a producirnos de forma honesta. Porqué, con el mismo traje y la misma corbata, hemos ido claudicando de las felices ilusiones que de niños anhelamos. Porqué el rigor nunca justificado, de dónde deviene el poder de sentirse superiores, porqué no manejarlo con la sabiduría de quien tiene ante sí la responsabilidad de conducirse de manera humilde, sabia y justa. Porqué expresarse con desprecio y malas maneras, dónde el título que justifique esta constante, reiterada y tediosa actitud. Porqué acobardarse ante situaciones donde crees tener tu dignidad en juego por expresar una opinión discordante con quien se arroga el derecho de decidir destinos.
Decía Benedetti cuando rezaba su padrenuestro, que tu reino también está aquí abajo, metido en los rencores y en el miedo, en las vacilaciones y en la mugre, en la desilusión y en la modorra. Mientras todo sigue en pausada monotonía, trataré de sentirme engañadamente libre cuando a las ocho abro el día y balbuceo este testamento casi vital.
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