
Rosa de los vientos
Pilar Bensusan
Y ahora la UGR
En estos tiempos revueltos, a diario nos levantamos sin saber qué nos quedará por ver, porque cada noticia es más sorprendente que la anterior: guerras, insólito orden mundial, delirio arancelario, motosierras, pero, en España, la presunta operación desde Ferraz-Moncloa contra la UCO sobrepasa todos los límites imaginables.
Los audios de la supuesta fontanera del PSOE en la presunta trama para desacreditar al teniente coronel Balas y la hipotética existencia de fiscales al servicio de las más altas esferas del Estado, es de una gravedad extrema. Comportaría la utilización de unas instituciones del Estado contra otras para obtener un rédito particular en los tribunales, e implicaría la degradación máxima de la democracia y la aniquilación de la separación de poderes.
El inquietante silencio de Sánchez pareciera confirmar las supuestas maniobras, que pudieran ser la punta del iceberg de unas cloacas del Estado puestas al servicio de intereses personales. La reacción de sus ministros intentando culpar al inframundo de las cloacas de la derecha-ultraderecha, sólo demuestra un enorme descontrol y la creencia de que los españoles somos tontos. No hay más que ver cómo reiteran el bulo, desmentido hasta por La Sexta, del excapitán de la UCO –ahora colaborador de Ayuso– y la falsa bomba lapa para el presidente.
Pero lo más grave es que los españoles asistamos impasibles ante esta alarmante realidad. Nuestro nivel de tolerancia es infinito: ni indultos, ni amnistía, ni pactos con prófugos, ni imputaciones de familiares, ni aforamientos exprés para elegir juez, ni fiscal general, ni Koldo-Ábalos, ni cloacas del Estado ¿Tan anestesiados estamos como para tolerar tanto? Estamos ante una crisis institucional y democrática sin precedentes y, si al PP no le dan los números para que prospere una necesaria moción de censura, ¿aquí no pasa nada? ¿sólo habrá concentración? ¿No habrá moción ni acciones judiciales?
Frente a la tolerancia cero de Francia o Inglaterra, cuyas sociedades nunca consentirían tal afrenta a sus democracias, en España nuestro grado de permisividad no conoce límites.
En estos tiempos políticamente tan revueltos los españoles no podemos vivir anestesiados ni despreciando el enorme poder ciudadano, ya que a nosotros también nos compete garantizar y salvaguardar nuestro Estado de Derecho.
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