La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
Leí días atrás sobre las ambiciones aeroespaciales de los dos hombres más ricos del mundo, Jeff Bezos y Elon Musk, y la verdad es que me quedé boquiabierto de cómo la ambición humana, la sana, puede llegar efectivamente a donde quiera. No sólo querían ser ricos los dueños de esos dos monstruos del capitalismo, Amazon y de Tesla, no. Porque si el objetivo en la vida es sólo el dinero está claro que no te afanas tanto en montar las estructuras económicas y empresariales para poder desarrollar tus ideas, proyectos o sueños gastándote además mucho de lo que otros sólo se ocupan en buscar cómo ocultarlo o invertirlo de nuevo para que siga produciendo.
Estos dos grandes emprendedores absolutos se han montando sendas empresas de cohetes siderales con las que están revolucionando el mundo de los astronautas, que también debe tener sus líneas rojas, sus dramas y sus competitividades más allá de la ya desfasada y clásica entre Amstrong y Gagarin.
Entre estos dos plutarcas a la americana (cumplir el sueño propio es un paradigma en aquellas tierras) han logrado nada menos que volver a hacer lanzamientos después de que los desastres de los lanzadores dejaran la cosa paralizada.
Llevan en este empeño nada menos que desde comienzos del siglo XXI, veinte años que se dice pronto. Y cómo impresiona que personas particulares se lancen a aventuras de este calibre en plena modernidad, algo que recuerda a los grandes aventureros del siglo XIX cuando ya esa épica del romanticismo de los descubrimientos que aún quedan por hacer.
No se puede evitar suponerles algún sueño infantil que ahora están realizando ya de mayores. Realmente ese poder realizar sueños o solo encajar las realidades dadas de antemano podría ser la diferencia que existe en este prosaico mundo entre ser o no los semidioses contemporáneos que emulan a aquellos Ulises de antaño.
Volver a la luna o llegar hasta Marte son la nueva frontera en ese empeño tan humano de ir siempre más allá. Es vocación de todo ser el buscar ese ampliar horizontes incluidos los que ya han alcanzado las cumbres del poder humano algo que se ve que tampoco es suficiente. Tal vez tan solo tocar los cielos, literalmente, les deje saciados aunque, según se ve, hay ciertos espíritus que ni en el cielo encuentran esa plenitud.
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