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Quizás
La frase se la escuché por primera vez a aquel dúo de genios que se hacían llamar Tip y Coll y resumía brillantemente la idea de que íbamos a peor. Que levante la mano quien, pasados los cuarenta años, no haya tenido esa misma sensación en algún momento. Todos estamos convencidos de que las mejores canciones, los libros más interesantes y las películas más divertidas o emotivas son aquellas que descubrimos en nuestra juventud. Desde entonces, todo ha ido cuesta abajo y miramos con pena y cierto desprecio a los jóvenes de ahora que escuchan embelesados a Taylor Swift, leen solo las redes sociales y se emocionan con los vídeos de Instagram; pero desconocen a los Stones, a Salinger y al Doctor Zhivago. Les pasó a nuestros padres con nosotros y ahora repetimos jugada con nuestros hijos. Cada generación tiene sus voces, colores, ideas y aspiraciones propias que la diferencian de las demás, y esa personalidad nos acompaña hasta el final. Es complicado no convertirse en hooligan de cuando fuimos jóvenes y no caer en el convencimiento de que aquellos fueron los mejores años, no ya de nuestra vida, sino de la historia. Y, sin embargo, el presente es mejor que el pasado.
La Ciencia mejora respecto a lo ya conocido y avanza en soluciones que hacen más duradera y segura nuestra existencia. Con la libertad ocurre algo similar y ser independientes frente a la brutalidad y el gregarismo de los dogmas impuestos, aunque con dificultades, es un camino por el que cada vez transitan más personas. Sí, hay guerras, violencia, personajes terribles; pero crece el número de quienes creen que hay otras formas de vivir y pensar, y están convencidos de que la noche oscura se va llenando de estrellas que alumbran. La vida es movimiento y nunca ha habido tanta variedad de rutas. El mundo está al alcance de cualquiera de nosotros más de lo que nunca lo ha estado. El Planeta se nos está quedando pequeño porque los humanos nos hemos hecho grandes. Nuestro presente es indiscutiblemente el mejor que hemos tenido y, con certeza, el de mañana será aún mejor. No, eso no significa que Trump, Putin, Hamas o Netanyahu vayan a perder, pero sí que lograrlo nunca ha estado tan en nuestras manos como ahora. El mundo es un caos y eso nos deprime. Estamos cansados. Pero el pasado es estrecho y el futuro amplio. No lo perdamos envueltos en la nostalgia azul de lo que fuimos. Seamos curiosos y vivamos entusiasmados lo que el tiempo nos ofrece. Porque, sea lo que sea, será diferente.
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