Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
Mientras Bonilla está de gira por tierras chinas, poniéndole ojitos al Comité Central del Partido Comunista, aquí por Al Andalus, mientras agotamos agosto disfrutando de esa maravilla que son las carreras de caballos de Sanlúcar, se han empezado a encender algunas luces rojas en ese “edén” que es el turismo para nuestra economía. Y es que el runrún escuchado en el sector en julio, sobre todo en las provincias costeras andaluzas, sobre una caída en el consumo que despertó todas las alarmas, ahora se sostiene con datos.
Según la Encuesta de Coyuntura Turística Hostelera, publicada por el Instituto Nacional de Estadística, Andalucía recibió el pasado mes un 5,2% menos de visitantes respecto al mismo mes de 2023, lo que supone la mayor caída en dos décadas, si no contamos el año de pandemia, cuando la debacle fue histórica para el sector.
Si somos capaces de analizar seriamente el por qué de esa caída en el número de visitantes y de obrar en consecuencia, quizás este revés pueda convertirse en una oportunidad para racionalizar un sector, que si bien es fundamental para nuestra economía, se nos está yendo de las manos, como ha quedado claro con las protestas de vecinos de Málaga, Cádiz y Granada, ante la invasión indiscriminada de que son víctimas los espacios más sensibles y frágiles de sus ciudades.
El modelo turístico actual continúa generando graves afecciones a nivel ambiental además de no suponer un contrapeso suficiente a las terribles cifras que arrojan los indicadores sociales de todo tipo en Andalucía desde hace décadas. Su escasa generación de empleo de calidad y su ínfima capacidad para la redistribución de la riqueza generada en el territorio, hacen que mucha gente empiece a considerar al turismo una industria eminentemente extractiva, que debe ser reconducida y reorientada para cumplir con el interés general
Súmenle que dicho modelo turístico está provocando además, efectos colaterales indeseados, como la muy negativa influencia que está teniendo en el mercado de vivienda –tensionando los alquileres y reduciendo drásticamente la oferta– conjuntamente con la dejación de los poderes públicos, tras décadas de casi total abandono de la construcción de vivienda social y tendremos el cóctel perfecto que nos coloca a un paso de la turismofobia, ante un modelo turístico que debería estar al servicio de los andaluces y no al revés, como sucede actualmente.
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