El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Superioridad femenina
Qué me corresponde explicar a mis hijos acerca de las convulsiones políticas de estas fechas? ¿Debo advertirles que abran bien los ojos, que recuerden este tiempo como un desgraciado hecho histórico, como lo fue la muerte de Franco o el golpe de Tejero, como lo fueron todos los que negaron el derecho ciudadano a una auténtica democracia? Pero a mí me tocó un péndulo que iba hacia delante. A ellos en cambio, les dejamos el que retrocede…. ¿Debo decirles que España, o al menos la España que me despertó a la vida, se escapa de las manos? ¿Debo decirles que se acabó la herencia de derechos y libertades, que lamento dejarle un lugar tan complicado, con sensación de Lejano Oeste, donde la democracia ya no se mide en votos sino en el dominio de redes y medios, donde el teatro público es más importante que el debate parlamentario?
Esta es la mierda de democracia que dejamos a nuestros hijos. Democracia de cocheras, de barrios bajos, de oscuras redes sociales donde, a Dios gracias, ocultamos una y otra vez nuestras vergüenzas… soy de los que piensa que ha sido nuestra indolencia, nuestra inacción, nuestro respeto a las reglas de juego, el verdadero culpable de este caos. Ahora que acaba el año escolar, aún sigo preguntándome qué leches de educación le estamos dando entre todos. Por cierto, señores de la bancada socialista… tanto comprar con dinero el silencio nacionalista, tanto comprar voluntades con transferencias de competencias estatales, terminaron vendiendo en cada presupuesto aprobado, lo más sagrado de una democracia: la educación de nuestros hijos. La que es sinónimo de igualdad. La que no percibe fronteras ni territorios. La que aprecia y fomenta lo desigual como algo que con orgullo enriquece el acervo cultural de una España que hoy medita, crece y se educa bajo un devastador sentimiento que anquilosa lo universal y regresa a los límites feudales de cada región. Ustedes tienen la culpa.
Me duele España. Mis hijos lo saben. Quizás ese dolor que en ocasiones manifestamos su madre y yo les hace posicionarse de nuestro lado. Menos mal. Algo habremos ganado en esta batalla, digo yo. Hemos sido tan asépticos en la educación, hemos querido ser tan neutros, que nos retomamos incapaces de transmitir algunas nociones esenciales de respeto e igualdad, del deber de pertenecer y cuidar esta hermosa nación, donde todos cabemos, donde todos, nos guste o no, debemos ser de los dispuestos a defenderla de cualquier ataque a sus valores esenciales recogidos defendidos en nuestra constitución.
“Un niño puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea”. Lo dijo Paulo Coelho. Quizá debiéramos mirarnos en su espejo…
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