Brindis al sol
Alberto González Troyano
Los últimos
Brindis al sol
Desde que las estadísticas han sido utilizadas con cierto rigor, Andalucía ocupa el último o penúltimo lugar en los índices que miden el bienestar social de las comunidades españolas. Toda la supuesta buena voluntad de los sucesivos gobernantes andaluces no ha logrado modificar, en medio siglo, un ápice tan fatídica situación. Ni los largos mandatos socialistas ni los años más recientes, populares, han despejado esa fatalidad. Pero aún es peor la falta de explicación de los motivos de esta desgracia, como si sufrir tal maleficio obligara, además, a padecerlo en silencio. A los políticos que, antes o después, han tenido la responsabilidad del poder, se comprende que no les haya gustado airear sus fracasos. Y, por su parte, los andaluces –que padecen las carencias señaladas por esos índices– quizás prefieran, poner sus ilusiones en festividades que en Andalucía –gracias precisamente a esos mismos políticos– nunca faltan. Toda esta divagación, ya tan conocida, viene a cuento porque se va a abrir la próxima campaña electoral con un cierto adelanto y desasosiego por parte del partido socialista. Pero por los indicios que se palpan y dada las características de la candidata de ese partido, no cabe esperar que, primero, dentro de sus filas y, en la calle, después, se vayan a analizar, debatir, los datos y motivos que mantienen a los andaluces, año tras año, los últimos de la fila. Sería una falta de consideración más, cara a los andaluces, eludir esas cuestiones primordiales que tanto les afectan, para convertir, desde ahora, esas futuras elecciones en un apéndice local de la extrema confrontación política existente en España. Por desgracia, se ha impuesto demasiado la técnica de transformar al adversario en enemigo, con cuatro consignas, jaleada a gritos en una sala de partidarios. Para gritos, con el cuadro de Munch ya es suficiente. Como también sería poco decoroso para Andalucía que el fantasma de Pedro Sánchez tutelara como un convidado de piedra todas los debates de las elecciones andaluzas. En cambio, podría ser ésta la gran ocasión para revisar, con ayuda de una buena serie de expertos –a poder ser independientes– esas evidentes carencias andaluzas, introduciendo, en los programas respectivos, serios compromisos para solventarlas. A esas propuestas movilizadoras también se podrían apuntar, los restantes partidos. Así, darían una buena y necesaria lección los políticos andaluces, al no consentir privilegios en los otros, ni buscarlos para sí, dialogando, exponiendo datos, ideas y razones, sin odios ni gritos.
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