¡Vivan las colonoscopias!

Probablemente el título de esta columna les haya hecho pensar que quien escribe estas líneas, las redactó presa de los efectos de alguna sobremesa prenavideña, porque someterse a una colonoscopia no es una de las experiencias más gratas que pueda experimentar una persona.

Para empezar y tres días antes de la prueba, tienes que seguir una estricta dieta que, como imaginarán, no es lo más fácil en estas fechas: 24 horas antes, esa dieta se reduce a la estricta ingestión de líquidos, lo que provoca que sientas tu aparato digestivo como las lagunas de Ruidera; doce horas antes de la prueba tienes que beber los polvos de un sobre sospechoso y hacerlo, acompañado de otra ración de vasos de agua que, por los sonidos y movimientos que provocan en tu organismo, llegan a tus intestinos como un auténtico Amazonas; a los pocos minutos de haberte bebido el pantano del Cubillas, te ves obligado a “mudarte” al cuarto de baño más próximo, donde pasarás un tiempo eterno sentado al inodoro, expulsando de tu cuerpo todo lo bebido (no daré más datos de este proceso por el más elemental pudor, solo diré que debe repetirse, vaso arriba, vaso abajo, a pocas horas antes de someterte a tan incómoda prueba).

Con el cuerpo más limpio que los chorros del oro, sobre todo por dentro, llegas a tu hospital público de referencia, donde te hacen quedarte en pelotas, salvo por los calcetines, y colocarte una bata abierta por detrás que es uno de los atuendos más humillantes que haya inventado el ser humano, por aquello de dejarte con el trasero al aire. A los pocos minutos te llevan a una sala llena de equipos de última generación, pagados gracias a nuestros impuestos, donde eres perfectamente consciente de que te van a meter una cámara por el culo y para añadirle tensión a la cosa, todas las profesionales que te lo van a ver son mujeres, lo que demuestra que también en esto nos dan sopas con ondas.

Lo siguiente es un sueño dulce que te invade y despertarte al cabo de una hora como si no hubiera pasado nada, pero sí que ha pasado: la sanidad pública ha comprobado que no hay rastro del tumor que de detectaron con el mismo método hace cuatro años y que te hubiera matado de no haber mediado ese programa de la sanidad pública de detección precoz del cáncer de colon que, primero te llevó a someterte a esta técnica para comprobar que algo no iba bien, y después a poder tratarte antes de que fuera demasiado tarde.

Así que ahora comprenderán que, sin alcohol de por medio, grite a todo pulmón ¡Vivan las colonoscopias!

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