De otro color
Juan Pablo Luque Martín
Vivir en medio de la lluvia
La vida es un viaje repleto de emociones. Un viaje que combina momentos de felicidad con otros de tristeza, frío y soledad. Como ahora. Es curioso, pero cuanto nuestra imaginación rememora esos instantes, los imagina envueltos en lluvia. Una lluvia pertinaz. Una lluvia que, símbolo en la literatura cercana de cambios y purificación, puede reflejar el estado de nuestras almas, la importancia de la solidaridad en tiempos difíciles donde acucia la soledad. Bien entendido, la solidaridad emerge como respuesta poderosa ante la adversidad, como enganche que procura el bienestar de quien se siente solo, como la posibilidad de construir entre todos un futuro, si no mejor, si al menos más humano.
La lluvia, con su capacidad de limpiar y renovar, simboliza el cambio y la esperanza. La tristeza, el frío, la soledad y la lluvia son parte inherente de la experiencia humana. Pero no debemos enfrentarlos solos. La solidaridad emerge como un faro de esperanza en momentos de oscuridad. Procurando compartir la adversidad. Transformando el dolor en una oportunidad para crecer, y crecer juntos. La importancia de la conexión humana. Cada uno de nosotros puede dar un paso hacia la solidaridad y ofrecer una mano amiga a quienes lo necesitan. La lucha contra la soledad y la tristeza comienza en nuestras comunidades, donde cada acción cuenta, donde todos aportamos hacia un futuro más solidario que enriquece a la sociedad, hacia un mundo que nunca debió dejar de ser humano y compasivo.
Qué hago yo en el espacio que me tocó vivir, esa es la cuestión. No. No vine a reclamar a los demás que hagan, sino a hacer. No puedo perderme en el papel de exigir a personas, políticos, gobernantes o no, empresas, colectivos, asociaciones, que ellos hagan. No vine a hacer justicia. No me propuse para ello. No me puedo conformar buscando a responsables de todo: de mis calles, de la educación, del futuro de mis hijos. Solo vine a eso. A hacer. Nada más. A aportar mi granito de arena. A ofrecer una pizca de solidaridad.
En momentos como hoy, de lluvia, tristeza y frío, sólo me apetece creer en una solidaridad que se erige como abrigo para protegernos del frio. En la tormenta que las palabras y compañía de un amigo proporcionan en una vida hasta ese instante vacía. En una lluvia que escampa y obliga a buscar la luz, en multitud de manos como herramienta para construir un futuro donde nadie tenga que enfrentar soledad y dolor solos y en silencio. La esperanza puede convertirse en el lazo que une generaciones, que trasciende espacios, que nos recuerda que la vida es siempre un viaje, y que ese viaje merece ser compartido. Que cada pequeña acción de apoyo y cercanía sea una semilla que germina en el corazón de nuestra sociedad, y que de ella emerja un mundo más justo y comprensivo.
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