La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Mi padre me dijo, en cierta ocasión, que no habría de confiar en aquellos que me dieran consejos de prohibición pero que luego hacían justamente lo que prohibían en sus palabras de advertencia. Al parecer aquello lo aprendió en las sacristías en las que andaba de monaguillo en los más duros años del franquismo y mientras era muy común y de obligado cumplimiento aquello de darse golpes de pecho mientras se entonaba la letanía de por mi culpa y grandísima culpa.
La memoria se activa en intrincadas redes neuronales y ese recuerdo de mi infancia revivió en mi consciencia al ver el resultado de las votaciones del festival de la canción de las televisiones europeas, incluida Australia. Todo el mundo sabe que dicha nación está en otro continente pero al fin y al cabo se colonizó en su momento por los delincuentes que expulsaban de la mayor isla del continente europeo (excluyendo Groenlandia, claro).
Puede que las sucesivas digresiones religiosas, musicales y geográficas le lleven a usted a preguntarse qué diablos quiero decir, o puede que ya se sientan culpables por haber votado a otro país, tampoco europeo, pero que ha ganado en varias ocasiones el susodicho festival y que ahora hace grandes esfuerzos por eliminar del mapa a un pueblo sin estado. O puede que sea usted de los que votan a cualquier partido desde la extrema derecha a la extrema izquierda y que, desde la extrema izquierda a la extrema derecha, respectivamente, se acusan mutuamente de ser lo peor de lo peor. Y para resolver el problema siempre dicen que en las próximas elecciones se verá como todo se arregla si le dan el voto a unos y no a los otros, o a los otros y no a los unos, de nuevo respectivamente.
Y en eso de las siguientes elecciones, España, que ya es Europa, da lecciones sobresalientes. En el año en curso vamos pasando de una elección autonómica a otra, y con miedo a que alguna pueda repetirse, para acabar votando en las elecciones europeas (bueno en los países que se dicen Europa). Y todo, siendo ese todo aquello que realmente preocupa e interesa a la gente, va quedando aplazado para esa próxima elección. No perdamos la esperanza pues, después del verano tórrido, nos quedará el primer martes tras el primer lunes de noviembre cuando millones de yanquis elegirán entre el abuelo Biden y el otro, el innombrable.
Lo dicho, no se fíen de los consejos, incluidos los musicales, pues al final terminamos preguntándonos cómo se votó a quién se votó y para qué voté a quien voté. Vale.
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