La vuelta a la mili

Alto y claro

Al compás de los tambores de guerra, fría o caliente, que empiezan a tronar en el mundo desde que Donald Trump ha decidido ponerlo patas arriba, son bastantes las voces que en España y en otros sitios de Europa abogan por la vuelta al servicio militar obligatorio. De hecho, algunos países ya han puesto en marcha planes de recluta forzosa. En el nuestro, el debate está apenas lanzado y no parece que, por ahora, haya reclutado muchos partidarios.

Ignoro qué percepción tendrá la mili obligatoria en Francia o Suecia, por señalar algunos de los que han suscitado la cuestión, pero en España el recuerdo del servicio militar no es precisamente bueno. Cualquier persona con edad suficiente para haber jurado bandera en un Centro de Instrucción de Reclutas guardará un recuerdo en el que lo único bueno serán los de los lazos de camaradería que se suscitaban entre jóvenes con procedencias e intereses muy diferentes. Pero por encima de ellos pervivirán los de una Fuerzas Armadas anticuadas incapaces de inculcar los valores de la defensa nacional y de unos alojamientos y una comida para los soldados que dejaban mucho que desear. Para la mayoría de los reclutas el año en filas era un paréntesis que interrumpía sus planes formativos o profesionales y que había que solventar de la forma más rápida posible.

Con el final de la mili obligatoria, que entró en vigor el 31 de diciembre de 2001, José María Aznar, que entonces presidía el Gobierno, no solo le hizo un favor a los jóvenes que estaban en edad de ser encuadrados. También se lo hizo a las Fuerzas Armadas, que pudieron emprender un camino de modernización y profesionalización que las han convertido en un instrumento útil en una sociedad democrática. De hecho, la eliminación del servicio militar obligatoria y la entrada en la OTAN tras el golpe de Estado de febrero de 1981, fueron los factores que más ayudaron a transformar un Ejército intervencionista y poco profesional en las Fuerzas Armadas modernas que tenemos hoy.

Será la evolución de los acontecimientos la que determine qué modelo militar deberemos tener para asegurar nuestra defensa y blindar nuestra contribución a la europea. Pero o se hace de una forma completamente opuesta a la que hubo hasta hace un cuarto de siglo o el sistema de recluta obligatoria no será la solución que necesitamos, sino un problema más al que hacer frente.

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