Una vuelta de tuerca

14 de febrero 2025 - 03:08

Digamos que como nación somos proclives a olvidar lo malo, a trazar un borrón al fracaso, a llenar de falsas esperanzas lo que, a poco que nos descuidemos, nos devolverá al desierto. Como si el tiempo no pasara, como si permaneciéramos sumidos en la tristeza de hace años. Nos lastran sentimientos contradictorios y quizá por ello la historia sea un vaivén, una vuelta a lo vivido, un miedo permanente como vehículo razonable que conduce al ser humano. Miedo a perder el trabajo, miedo a perder la dignidad, miedo al paro, miedo a la miseria.

La historia cercana está en condiciones de repetirse. Lo malo, lo tenebroso, lo miserable, es que en ocasiones nos la presentan cubierta de un barniz que renuncia al futuro. Subimos el salario mínimo para recuperarlo con un impuesto. Paga el empresario con su dinero, pero no al ciudadano, y sí una suerte de artilugio para recaudar más. ¿Engañabobos? Antes, al menos, existía aquello de la responsabilidad del Estado, nos gustara o no.

No aprendimos suficiente. Y aunque me resisto a volver a los tiempos del futuro vacío, regresan miedos, disensiones internas y contradicciones. La semana que descubrimos una economía española no ajena al contexto internacional. Ni a los aranceles. Ni a Trump. Aparecemos en el contexto internacional cual elefante en cacharrería. Y en segunda división. Camino de 50 años de democracia, seguimos maltratando nuestra imagen. Más bien somos una república bananera enfrascada en dinamitar la esperanza y el progreso. Qué podemos esperar si hasta destituimos embajadores por glosar la figura del Rey y la monarquía Parlamentaria…

Persiguiendo nuestra Constitución. Me queda el consuelo de pensar que vendrán tiempos de seriedad, tiempo de gobiernos capaces de llevar a buen puerto tanta incertidumbre económica, de gobiernos transparentes, que no prometan lo que no pueden prometer, gobiernos cuya responsabilidad de estado esté a salvo de discursos vacíos y malintencionados. Templando gaitas, con responsabilidad y cordura, que decidan y acomoden lo que debe y quiere ser este país. Un rumbo cierto. Sólo un rumbo.

Sólo debe conducirnos vivir en paz y vivir con dignidad. Tantos años de historia y convivencia no deben arrojarse por la borda. Tantos malos ejemplos no pueden llenar de vergüenza el tiempo que nos tocó vivir. Se lo debemos a quienes sufren la crisis, a los que se forman para reconducir hacia un futuro mejor este presente irreconocible. Le debemos nuestra solidaridad, la seriedad de nuestro voto, la rigurosidad de nuestra opción. Le debemos devolverles esperanza. Y un trabajo digno. Se lo debemos.

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