Vuelve la Navidad

20 de diciembre 2024 - 03:07

El último viernes antes de Navidad. Las calles se llenan de un bullicio frenético. Luces que adornan escaparates, gente envuelta en bolsas repletas de regalos. Música navideña que empapa el ambiente. En medio del frenesí, un hombre camina lentamente, con la mirada perdida. Como buscando algo que no encuentra.

Años sin la magia de la Navidad. Recuerda su infancia. Una Navidad de ilusión, un Belén junto a su familia, la emoción de los Reyes Magos. Pero con el paso de los años, esa magia se desvanece. Los Reyes magos nunca existieron. Mientras camina, sus pensamientos se remontan a días en que salía a buscar musgo y barro para su Belén. El frío no importaba. Aunque quemaran las manos, la emoción de creer y de crear era más fuerte. Recordó la sensación de abrir regalos, el brillo de sus ojos, las noches sin dormir, el papel de envolver destrozado. Felicidad. Sólo eso.

En una pequeña tienda de antigüedades, el escaparate se llenó de objetos antiguos: relojes de bolsillo, gramófonos, libros, un radiocasete, discos de vinilo... Entró a la tienda, recorriendo pasillos en busca de quién sabe qué. Al fondo, un pequeño cuadro enmarcado. Una pintura sencilla, que representaba un establo con un niño recién nacido y animales a su alrededor.

Cuando estuvo cerca, sintió una extraña conexión con esa pintura. Como si los colores cobraran vida, como si pudiera escuchar el sonido del viento soplando entre los árboles. Recordó las palabras de su abuela: “La Navidad está en el corazón, no en los regalos”. Compró el cuadro y regresó a la calle. Mientras camina, se da cuenta que la ciudad no es tan fría como creía. Que la gente, a pesar del bullicio frenético, de las luces de los escaparates, de las bolsas de regalos, de la música de Navidad, que la gente aún irradia siquiera un resquicio de añorada calidez. Que los niños no juegan con la nieve porque hace tiempo dejó de haberla en su ciudad, pero que aún les quedan momentos para la sonrisa. Que las parejas se quieren, que son capaces de pasear juntos, aunque el frío les congele las manos. Que las familias siguen con la ilusión de reunirse juntos la noche de Nochebuena. Y que la Navidad seguía allí. Sólo que él, no la había visto.

Al llegar a casa, colgó el cuadro en la pared. Lo miró varias veces, y sintió una paz interior que hacía tiempo le abandonó. Y supo, como dijo su abuela, que la magia de la Navidad no se encontraba en los adornos, ni en los regalos, sino en los pequeños momentos compartidos con seres queridos, en la ilusión de sus hijos, en la esperanza de un futuro digno. Y que la Navidad se descubre a través de un abrazo, de un beso, de saber que alguien se preocupa por ti, de sentir que ningún niño puede ser niño sin poseer el amor de sus padres.

Esa noche, mientras se acostaba, cerró los ojos y recordó el Belén de su infancia. Sintió la misma emoción que sentía cuando era niño. Y se dio cuenta que la Navidad seguía en su vida.

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