
En tránsito
Eduardo Jordá
Venalidad
Está el recinto de la policía local de Granada como una verbena sin música desde que se investigan judicialmente los mamoneos en las oposiciones para entrar en el cuerpo y desde que el propio jefe (ya ex jefe) del cuerpo, José Manuel Avilés Jiménez, dijo eso de que le ha quitado una multa a una concejala “porque me sale de la polla”. Así de rotundo. A este hombre, tantos años de baranda de los municipales, le ha salido la vena de los que tienen del chiringuito un sentido de propiedad. De cortijo particular. Gracias a esa y otras noticias chungas en las que tienen que ver los uniformados, la policía local de Granada está dando una imagen parecida a aquellas reuniones anarquistas de Chesterton, donde nadie sabe quién es el infiltrado que enchufa el móvil para captar conversaciones comprometidas, quién es el vigilante vigilado y quien es el hombre que fue jueves. En ese Watergate de cintas de audio en la Huerta del Rasillo, se oye al Avilés confesar que puso a disposición de una concejala (no ha trascendido el nombre, pero se sospecha que es del partido que nos gobierna la ciudad) un coche de la policía local para llevarla a donde la grúa acumula automóviles sancionados y allí darle el vehículo después de que la sancionada no pagara ni un duro. Con un par. Lo mismo que en otra grabación se oye al dimitido decir que en las oposiciones hay que enchufar a un aspirante. “No le pongas un diez, que se va a notar. Ponle un ocho o un ocho y medio”. Con otro par. Y en ese cúmulo de amaños, privilegios y favores pagados, a la Marifrán le han montado un pollo que, al menos, le permitirá conocer el campo de minas en el que se ha adentrado. Cuando el otro día dijo ante los medios que “quien la hace la paga y aquí no se perdona ni una sola multa”, hubo entre la concurrencia risitas disimuladas a estilo de aquel Lindo Pulgoso que se reía entre dientes de los infortunios de sus enemigos. Pero es que la mierda de los amaños también huele en algunos municipios del Área Metropolitana como Albolote y Pulianas, en donde, al parecer, los ascensos y los ingresos en el cuerpo municipal se hacían con el tongo asegurado, como en aquellas películas donde el que manejaba la ruleta le daba a un botoncito para que la bolita se parara en el número que él quería. Joder, qué panda.
También te puede interesar
En tránsito
Eduardo Jordá
Venalidad
El balcón
Ignacio Martínez
Energías desobedientes
La esquina
José Aguilar
Corredor, otra que no dimite
A la sombra ?de los olmos
José Martínez Olmos
Apagón y democracia