
La ciudad y los días
Carlos Colón
Juzgado en el amor
En el Despacho Oval hubo hace dias un duelo entre un antiguo actor cómico metido a presidente guerrero y un antiguo empresario forrado reconvertido en plutarca ciego de autosuficiencia y soberbia. La cosa salió como el rosario de la aurora como vimos todos en la tele, con un Trump paternalista/imperial y un Zelenski más que respondón, certero, plantando cara alli donde era un invitado forzoso y muy poco querido.
Arrinconado le tenían al presidente de un país al que ya tildaron de dictador y fascista los propios neofascistas del dinero que han tomado al asalto y respaldados por las urnas el Capitolio mismo. Pero supo guerrear en tierra extraña este astuto Zelenski contra las hordas del nuevo paradigma de la nueva corrección política a la que ya se apresuran a adherirse los espíritus más atentos a ver a qué ascua se arriman según los tiempos siempre tan cambiantes como veletas obedientes al viento.
Un montón de ‘señoros’ de traje oscuro y corbata llamativa le circundaba según se ha visto en imágenes menos difundidas en las que, entre otras acechanzas que le lanzaban, quedó incluida la pregunta de porqué no vestía como ellos y prefería ese uniforme de campaña con el que reivindica ser el presidente de un país en estado de guerra permanente. “Cuando acabe la guerra en mi país vestiré como ustedes”. No es lo mismo, según se ve, contemplar la guerra a miles de kilómetros que haber escuchado silbar los proyectiles a pocos metros de tu cabeza.
Las maneras inaceptables en el fondo y en la forma de estos ‘parvenu’ americanos de la política son tan inadmisibles como relevante empieza a ser el papel renovado que le corresponde al mundo libre con sensibilidad europea que nos va quedando entre tanto sátrapa intrascendente pero dispuesto a morir matando.
Se vio a Zelenski con ganas de morderse más la lengua pero aún así hahablando con buena esgrima ante el paquidermo Donald que con aires paternales le reprendía recordándole que no estaba en posición de reclamar nada, ni menos aún en situación de opinar salvo para decir ‘sí, buana’ a lo que sobre su futuro como pais destrozado decidieran en adelante Rusia y Estados Unidos.
No cabía más actitud que esa, la rebeldía. La que humaniza y dignifica. La que a todos nos debe ir brotando conforme avanzan estos elefantes pisa-emociones que hemos tenido la desgracia de que les hayan dado el mundo para que jueguen a la pelota como unos niños inexpertos y sin escrúpulos.
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