Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
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La larga y cerrada ovación de la casi totalidad de los diputados y senadores presentes en el hemiciclo, que cosechó ayer la intervención del Rey ante los representantes de las Cortes Generales evidenció, una vez más, que sólo Felipe VI es capaz de aglutinar el consenso a izquierda y derecha. La figura que ha logrado escapar del habitual clima de polarización en que se desenvuelve la política en España en los últimos años y que recibió el desplante de los parlamentarios de ERC, Junts y BNG, actuales socios del Gobierno de Pedro Sánchez. El ruido o los murmullos de desaprobación estuvieron presentes en una jornada solemne como la de ayer, con la inauguración de la XV legislatura de la democracia, durante el discurso, en teoría institucional, que pronunció la presidenta del Congreso, Francina Armengol. El silencio final de la bancada conservadora contrastó con el entusiasmo de la contraria, que se quebraba las manos en los aplausos. Una muestra inequívoca del espíritu de confrontación que impera. Y eso que la política balear se remontó a 1188 y a las Cortes de León de Alfonso IX para reivindicar el Parlamento y el diálogo como esencia. Por lo que se deduce, la Edad Media resiste favorablemente algunas comparaciones con la etapa contemporánea. En este escenario, las palabras de don Felipe llegaron cargadas de fundamento. No por el hecho de recordar que la Constitución de 1978 ha permitido alcanzar en estos 45 años el mayor periodo de libertad y democracia que se conoce en España, sino por su apelación al futuro que encarnarán las nuevas generaciones. Con la Princesa de Asturias a su lado, el Monarca aludió a los jóvenes y exhortó a los políticos actuales a legarles “una España sólida y unida, sin divisiones y enfrentamientos”. Con esta pugna diaria y la mirada cortoplacista que rige entre la dirigencia política, el Rey acierta al insinuar las consecuencias de esta siembra permanente de la discordia.
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