La tribuna
Furia, bulos y la indignación como motor de cambio
Corpus Granada 2024
Granada/La voz de los aficionados de todo el orbe taurino, tejió en torno a Rafael de Paula una imagen de torero silente e inaccesible alejada de la realidad pero muy apropiada para alimentar la leyenda del jerezano.
Esto sucedió en el otoño de 2012 con motivo de la entrega de las llaves de oro del Parador Nacional de Turismo de Ronda, que le hizo la Agrupación Amigos de la Goyesca. Rafael de Paula, gitano y único, protagonizó una "puesta en escena" más propia de una película de Luis G. Berlanga. Tomó la palabra el homenajeado en actitud insolente y reiterativa para dejar en evidencia al director del Parador, al no haber ofrecido unas sillas a las señoritas que estaban de pie al final del salón. No contento con esto, ante la atónita mirada de los presentes, arremetió contra el pintor Humberto Parra, autor de la ilustración de las invitaciones la acto, al que dijo que no sabía pintar, y al que deseaba que Dios le concediera largos años para que aprendiera a hacerlo. Seguidamente cuestionó la autoridad de la alcaldesa, allí presente. Después tocó el turno de despropósitos a su hijo Jesús, el cual escribió un libro dedicado a su padre sobre su toreo. El matador dijo que el libro estaba mal escrito y que nadie comprase ni un solo ejemplar. Diciendo además que el protagonista de todo era él. Al final, la alcaldesa abochornada se vio obligada a pedir disculpas a los asistentes por lo ocurrido, y a la vez matizó que esperaba que el personaje al que se le entreguen las llaves de oro en el año siguiente sea digno de tal distinción.
Como verán queda muy lejos aquel torero, preciosista del embrujo y del duende, de finos modales, educado y sencillo admirado por los aficionados. Actitud semejante y otras que guardo no se merecen que el escritor José Bergamín escribiera un día de corrida en el Puerto de Santa María en su capote de paseo: "Cuando el "Gallo" toreaba/ venían las golondrinas/ a visitar su arte del alma/ y ahora que toreo Paula/ son las mismas golondrinas/ las que vuelven a la plaza". Cara y cruz de un personaje singular.
Mirando por mi retrovisor, los aficionados que asistimos a aquel festejo en Jerez, 18 de mayo de 2000, pasamos un mal rato. Por no poder matar a ninguno de sus dos oponentes, acompañado por Curro Romero y Finito, se quitó la castañeta y la tiró sobre el albero. Así dio fin a una carrera de cuarenta años de magisterio taurino.
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