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El río Dílar nace en la cota 2900 metros en pleno Parque Nacional de Sierra Nevada para desembocar en el Genil en la vega sur granadina. A lo largo de este recorrido el río se ha convertido en refugio del ser humano, que ha sabido apreciar históricamente sus múltiples servicios tales como el abastecimiento de bienes de consumo, la regulación de la calidad del agua, temperatura y biodiversidad; el enriquecimiento del suelo o incluso ser piedra angular en la generación de patrimonio cultural (Fuente: Estrategia nacional de restauración de ríos 2022-2030). ¿Quién no es capaz de valorar un río vivo con agua para la vida?
Precisamente para proteger esta riqueza la Unión Europea estableció en su Directiva Marco del Agua (2000/60/CE) un escenario comunitario de actuación en política de aguas. En el año 2003 España traspuso esta Directiva Marco en nuestra Ley de Aguas para sumarse a una urgente dinámica de protección de los ecosistemas acuáticos. Esto quiere decir que el Estado español, en tema de aguas cuenta con directrices vinculantes que nos obligan a la restauración y conservación de nuestros ríos, lagos, mares o acuíferos y poder favorecer así el equilibrio ecosistémico tan gravemente alterado por la acción humana. El agua es un bien finito blindado por la norma precisamente para que podamos seguir disfrutándola en el futuro inmediato y remoto. Desde la legislación estatal vigente se nos está alertando de que la sobrexplotación de los recursos naturales está castigada por la ley.
En 2021, las Naciones Unidas reconocen que vivir en un entorno limpio, sano y sostenible es un derecho universal. En los debates previos a este reconocimiento participaron líderes de comunidades locales y expertos de todo tipo con una sensibilidad compartida. Nos encontramos, así, ante uno de los retos más decisivos del siglo XXI.
Si bien las instituciones pudieran parecernos ajenas, es totalmente cierto que la participación ciudadana puede llegar a dinamizar procesos de cambio e incluso de transformación del entorno más próximo a partir de dichas herramientas que deben estar al servicio del bien común. En el caso de Granada y gracias a la intervención de Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, desde el mes de abril de 2023, hemos comprobado cómo es posible, por ejemplo, la recuperación de un río tan castigado como el Dílar. La Ley de Aguas, su Reglamento y el Plan Hidrológico vigente contienen todo un articulado que protege a los ríos de las múltiples amenazas que ejerce el ser humano cuando se extralimita y abusa de los servicios que nos prestan. Nos referimos a vertidos ilegales, movimiento y extracción ilegal de áridos, cerramientos en la zona de servidumbre de paso, detracciones ilegales o incumplimiento del régimen de caudales mínimos ecológicos. Esta expresión hace referencia al aporte mínimo de agua que necesita un río para que se pueda garantizar la viabilidad de su ecosistema asociado. Se trata de una restricción a cualquier uso del agua, incluido el abastecimiento si hay otra alternativa. En el caso del Dílar hemos observado diariamente que sí se respeta el caudal mínimo ecológico, el lecho del río se va saturando y el caudal circulante avanzaba progresivamente. Buena parte del tramo de río que ya conserva ese caudal mínimo tan esencial se encuentra dentro del Parque Natural de Sierra Nevada, espacio que goza de una protección especial y que cuenta con la cantidad de agua necesaria para que la biodiversidad que contiene pueda preservarse. Por tanto, la importancia de esta restricción gana fuerza si queremos procurar el buen estado de nuestros ríos y, por ende, de nuestra calidad de vida. El propio río se autorregenera por sí mismo cuando se le da la oportunidad y es asombroso el resurgir de la vida bajo sus aguas, sobre sus arenales. La ciudadanía que exige el cumplimiento de la legalidad puede iniciar, por tanto, la mejora de la casa común y de la calidad de vida de la ciudadanía en su conjunto.
Se entiende, entonces, que el aprovechamiento del agua de un río esté subordinado a la existencia de ese caudal mínimo ecológico recogido en el Plan Hidrológico vigente (2022-2027) precisamente para que se pueda garantizar la conservación de este bien común, que es de todos. En el momento en el que el río supera este mínimo volumen de agua, entonces se puede detraer agua para diferentes usos.
Realmente esta emergente dinámica de restauración fluvial en nuestro territorio es tan frágil como urgente. A pesar de que a veces miramos hacia otro lado, negamos la evidencia o se nos pasa el tiempo en criticar desde el sofá, sentimos que tanto las administraciones como la ciudadanía estamos obligados a responder a este reto que es amenaza y oportunidad simultáneamente. El trabajo en red de Somos Río Dílar, ACPES (Asociación para la conservación piscícola y de los ecosistemas del sur) en plena sintonía con las líneas maestras de Ecologistas en Acción en temas de caudales, ha dado muestras de serios avances en la mejora del río Dílar junto al Organismo de Cuenca, desde la convicción de que es urgente actuar desde lo local y favorecer así cambios a nivel global. Estamos hablando de la irreversibilidad de procesos de denuncia imprescindibles en plena crisis global. Otras asociaciones locales tales como ACCC o COLINA impulsan esta dinámica imparable en foros de debate o en convocatorias abiertas de sensibilización ciudadana.
Desde la asociación Somos río Dílar hemos promovido el concurso escolar El río que yo quiero, ecoencuentros de limpieza de numerosos tramos del río o plantaciones vecinales en parcelas municipales con posterior mantenimiento junto a administraciones locales favorables a la conservación de la naturaleza. Generar alianzas de colaboración como sugiere el 17º de los ODS de la Agenda 2030 es uno de los motores de nuestro trabajo desde la convicción de que otro mundo es posible, desde lo local. Mañana, día 14 de octubre, tenemos en marcha la convocatoria de limpieza del tramo bajo del río Dílar a su paso por los términos municipales de Cúllar Vega y Churriana de la Vega en la que esperamos contar con tu asistencia.
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