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Dentro de poco, la popular serie Juego de Tronos llegará a su fin con el estreno de su última temporada en HBO. Con tan sólo seis capítulos finales, esta serie, que contará con ocho temporadas en total, y que comenzó allá por 2011, cerrará una etapa y un ciclo bastante interesante para la ficción audiovisual. Quizás es buen momento para reflexionar por qué es importante Juego de Tronos.
En primer lugar, Juego de Tronos es historia, de la misma forma que lo es Roma, de Alfonso Cuarón, con la victoria (y entrada) de Netflix en los Óscar. La "fotografía" completa no es (sólo) la propia serie, sino el papel que juega la serie en la historia de la televisión en general y de la ficción serial en particular. Juego de Tronos cerrará una etapa muy importante para HBO, que tras los éxitos de sus primeros dragones (Los Soprano, The Wire o Sexo en Nueva York, por ejemplo) necesitaba un nuevo producto con el que penetrar en el espectador y la crítica. La serie adaptada de la obra de George R. R. Martin se cocinó en el escenario anterior a los modelos actuales de vídeo bajo demanda plenamente normalizados, con Netflix o Amazon a la cabeza. Se trata, si se quiere, de una reliquia de las de antes: una serie evento, alejada de los atracones y temporadas publicadas al completo. Además, como valor añadido, HBO apostaría por la fantasía por encima de géneros como el drama o la comedia.
En segundo lugar, Juego de Tronos es también síntoma del predominio de la ficción serial en la sociedad y de la buena salud que esta tiene. En un reciente editorial de El País, se referían a esta y otras series para definir una nueva era de entretenimiento global. Esto es, series de las que se habla y que forman parte de la cultura de masas. Series que se emiten al mismo tiempo en cualquier lugar del globo. Esto es importante porque ha modificado los hábitos de consumo audiovisual, potenciando lo inmediato, más allá de la lengua o los derechos de distribución. Valar Moghulis es ya universal.
El cine, ahora, está empezando a coquetear con esta inmediatez global de la que disfrutan las series, con casos precisamente como el de Roma. Juego de Tronos no fue la primera. Perdidos llegó antes. Pero, tampoco será la última. Lo interesante aquí es ver el terreno que ha abonado la serie de HBO para lo que vendrá después. Antes, las grandes sagas literarias pensaban en el cine como medio principal de adaptación audiovisual. Harry Potter o las historias de Tolkien llegaron antes que los Siete Reinos. La serialidad se concebía únicamente en términos de saga de películas, con trilogías o algunas fórmulas más extensas que acababan reiniciando sus historias cuando se agotaban. La nueva serie de El Señor de los Anillos que planea estrenar Amazon dentro de poco es consecuencia directa de Juego de Tronos que ha sabido (re)conquistar el formato serial y la pequeña pantalla para la narración de grandes historias literarias y, lo más importante: historias que, al mismo tiempo que son rentables, funcionan como principal reclamo e imagen de marca de una cadena.
En tercer lugar, como serie viva, Juego de Tronos también ha ido aprendiendo y autocorrigiéndose por el camino. La representación de la mujer en las primeras temporadas respondía de manera demasiado clara a una visión de espectador masculino y heterosexual. Poco a poco, la producción fue adaptándose a la crítica feminista cada vez más presente.Juego de Tronos aprendió por el camino que si quería ser una serie transgresora por la importancia de sus personajes femeninos debía, al mismo tiempo, cuidar mejor la representación de estos. La serie también se ha adaptado a la perfección a la época de consumo audiovisual que vivimos, potenciando el debate on line tan característico de la cultura de la participación en la que nos encontramos: podcasts, webs, blogs, reddits, redes sociales, etc…
En definitiva, Juego de Tronos se ha convertido en el paradigma de espectáculo audiovisual contemporáneo: una ficción serial evento, que se discute y se comenta globalmente, que crece y madura al mismo tiempo que sus espectadores y que potencia un tipo de visionado experiencial que va mucho más allá de la propia pantalla.
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