
La tribuna
Manuel Gregorio González
‘Nosferatu’ versus ‘Drácula’
La tribuna
Lejos de mi intención tomar partido en la disputa mantenida, por el momento, entre el Rey Juan Carlos I y el ex presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla. No he podido recordar las cosas que el ex presidente ha ido contando en los medios de comunicación sobre el que hasta no hace mucho era, por lo visto, su héroe y su mejor amigo.
Nadie alardeó tanto como él de su amistad con Juan Carlos I. Todas las televisiones de España –y no sé si del extranjero– le invitaban a sus platós para que contara vida y milagros del entonces Rey de España. Por Revilla nos enteramos de cómo utilizaban los urinarios del Palacio Real determinados miembros de la nobleza europea en las bodas reales. No hace mucho, le escuché en un programa de televisión contar con pelos y señales la sentada del entonces Rey de Noruega en uno de los “tronos” de los aseos del Palacio Real. Era la boda de uno de los hijos de los Reyes de España y, antes de la comida, a Revilla le llegaron las ganas de visitar esas estancias. El espadón del Rey Harald V de Noruega asomaba por debajo de una de las puertas de uno de los retretes, y a Revilla debió parecerle milagroso el hecho de que los reyes también tuvieran las necesidades biológicas que tiene cualquier mortal.
Cada región española forma parte de la España unida. Cada una, con sus singularidades. Nadie sabe qué productos típicos de cada una de ellas gozaban de los gustos reales, salvo las anchoas del Cantábrico. El Rey Juan Carlos debió tener la despensa de la Zarzuela llena a rebosar de latas de tan preciado manjar.
Se sintió defraudado por lo que se fue sabiendo de su “héroe” en relación con el fisco y con el corazón. No tardó mucho en hacer leña del árbol caído. Vuelta a los platós de televisión y a las emisoras de radio para echar pestes de su querido y a partir de entonces odiado amigo.
Un buen amigo no va por ahí contando las maldades de quien hasta ayer gozaba de su amistad. O se calla, como se callaba cuando le regalaba elogios y anchoas al por mayor. ¿O es que Revilla era el único español que no había oído hablar en tiempos pasados de Mario Conde, de De la Rosa, de la dama de Mallorca o de Bárbara Rey?
Y todavía se pregunta ¿y por qué a mí? Porque fuiste el pelota número uno y el que más elogiaba su figura alardeando de una amistad que has demostrado que era falsa e interesada.
¿Por qué a ti? Porque hablabas tanto de tu amistad con el entonces Rey que, seguramente, se ha sentido traicionado por el amigo. No hay mayor traición que la de alguien que un día gozó de tu total confianza. Por eso a ti, querido Miguel Ángel Revilla, te ha llegado un anuncio de querella. Juan Carlos I no hubiera podido hacer lo que has hecho tú: pasearse por platós y estudios de televisión y de radio atacándote inmisericordemente. Solo podía hacer lo que ha hecho: un anuncio de querella por haberse sentido traicionado por quien menos lo esperaba.
No te preocupes demasiado. Tienes abogados que se han ofrecido a defenderte gratuitamente. Si yo hubiera sido abogado, también me hubiera ofrecido; no habría mejor publicidad para mi bufete que esa defensa frente a Juan Carlos I. Te vino bien ese despliegue televisivo cuando era tu venerado y admirado “héroe”, y te va a venir mejor otro despliegue mayor que el anterior como consecuencia de que tu “héroe” se ha sentido traicionado y defraudado.
“Si Juan Carlos I vuelve a España y manda una carta dirigida a todos los españoles pidiendo sinceras disculpas y devolviendo el dinero que se llevó, yo le perdonaría” fue lo último que ha dicho Revilla con lágrimas en los ojos en el programa de Pablo Motos. No sé de qué poderes estará investido el ex presidente de Cantabria para otorgar perdones o castigos a quienes se lo merezcan. Será la Justicia la encargada de sancionar o no conductas de los ciudadanos sometidos a su jurisdicción. Si el Rey hubiera cometido algún delito, el perdón de Revilla valdría tanto como nada, fuera cual fuera la posición que adoptara el Rey Juan Carlos I.
Si a mí me hubieran preguntado desde el entorno del Rey, habría aconsejado lo contrario de lo que ha hecho Juan Carlos I, pero yo no he tenido nunca una traición de un tan cacareado amigo.
Revilla ha despotricado todo lo que ha podido como consecuencia de su desencanto por la conducta de su “amigo” y su “amigo” le ha demandado porque se ha sentido defraudado por su “amigo”.
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