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Arqueología
El equipo ArqueoAntro, dirigido por el arqueólogo Miguel Mezquida y el antropólogo Javier Iglesias, ha localizado los restos de un joven en el cementerio de Nigüelas, cuando realizaba los trabajos de búsqueda de una fosa común de 1947. Junto a los restos hallados, los investigadores también han localizado, según una nota remitida por la asociación Verdad, Justicia y Reparación, una placa en la que puede leerse el que sería su nombre, Francisco Mingorance, y la fecha de su muerte, el 3 de octubre de 1936, cuando tenía 21 años. De confirmarse la identidad del cuerpo, la cifra de víctimas de la represión encontradas en el municipio ascendería hasta los 21.
Según un familiar de la víctima, que se ha acercado a la fosa, podría ser su tioabuelo, que era funcionario judicial en Lanjarón y que fue fusilado por los militares golpistas en una cuneta, pero sus padres rescataron el cadáver de forma clandestina y lo enterraron en el cementerio de Nigüelas. Durante la dictadura, según explica la asociación, hacían visitas discretas al cementerio para no levantar sospechas, por miedo a represalias. Su abuela decía: "Más importante que rezar, es callar". Junto a Mingorance fusilaron también a un guardia de asalto por mantenerse fiel a la República.
Mientras, ArqueoAntro sigue buscando una nueva fosa común que no consiguió encontrar el año pasadoal quedarse sin presupuesto y los testimonios orales son confusos e indican distintos lugares. La conocida como fosa del 47 también ha sido documentada por el historiador Alfredo Ortega, que está en contacto con los familiares de cinco de las seis personas que calcula están enterradas en dicha fosa y que son víctimas de la postguerra, procedentes de pueblos de la Alpujarra.
Según explica la asociación, el régimen franquista abrió un expediente para justificar el crimen, que decía así: “El capitán de la Guardia Civil, Rafael Caballero Ocaña, a las 23 horas del día 5 de octubre, tuvo noticias de la aparición de un grupo de guerrilleros en la Sierra de Dúrcal que marchaba con dirección a la Sierra de Lanjarón. Con esta información, marchó el citado oficial con la Fuerza a sus órdenes al río Torrente, lugar estratégico, oculto y de paso obligado de una a otra sierra, desplegando en los márgenes de dicho río grupos de guardias, de forma que quedaron taponados todos los pasos”.
El texto continúa explicando que "el servicio de emboscada se mantuvo hasta que, a las 5:30 horas del día siguiente, vio acercarse varias siluetas de hombres… cuando les tuvo a poca distancia y vio que se trataba de hombres armados, le fue dada la voz del alto a la Guardia Civil, a lo que contestaron con varios disparos de escopeta. Repeliendo la agresión seguidamente; cayendo dos de los bandoleros a los primeros disparos, emprendiendo los restantes la huida y siendo seguidos por la Fuerza. Resultando cuatro más muertos y logrando desaparecer dos más.
Ortega ha investigado el caso y cuestiona esta versión oficial, que considera un montaje de la Guardia Civil. Según el testimonio de cinco familiares de las víctimas, los vecinos fusilados en el río Torrente no eran guerrilleros, ni fueron detenidos en la Sierra. Los guardias hicieron una redada por la noche, los detuvieron en sus casas y los trasladaron al Río Torrente, donde fueron ejecutados de forma extrajudicial. Más tarde, pusieron armas junto a los cadáveres para hacer creer que eran guerrilleros. “Por tanto -afirma Ortega-, el enfrentamiento de la Guardia Civil con la guerrilla nunca existió, fue un simulacro”.
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