Mujeres andalusíes en la
Hoy les sugerimos un retorno al pasado medieval de la Alpujarra a través de un itinerario que aporta una nueva visión en clave de género. Nuestro objetivo será acercarnos a la realidad social y vida cotidiana de las mujeres andalusíes, aquéllas que vivieron en la península ibérica entre los siglos VIII y XV. Ocuparon en la historia de al-Andalus una posición subordinada con respecto a la de los hombres, ubicados en la cúspide de la pirámide política y social. La mujer ideal y modélica debía ser honrada y, como portadora del honor familiar tenía que estar protegida y confinada en el ámbito privado.
La panorámica de estos pueblos nos remonta a la época andalusí. Existían una serie de pequeños núcleos de población o alquerías integrados por barrios. Un paseo por estos barrios permite descubrir un viario adaptado al terreno y conformado por calles empinadas, siseantes, irregulares y estrechas, adarves y tinaos, que recuerdan a las de cualquier población islámica.
A pesar de las transformaciones, esta herencia del pasado se reconoce igualmente en un urbanismo denso y abigarrado.
La casa tradicional alpujarreña, consta de una o dos plantas, con varios accesos desde la calle. La estancia principal es el salón-cocina-comedor. Era en la vivienda donde se desarrollaba la mayor parte de las vivencias de las mujeres andalusíes, un espacio íntimo donde guardar su honra y la del propio clan, a la vez que desarrollar la mayor parte de sus quehaceres cotidianos. Las principales funciones en el hogar fueron el cuidado de la casa y de su familia. Sus vidas giraron en torno a la maternidad, el cuidado de la familia y los trabajos domésticos.
En la cocina, ámbito preferentemente femenino, eran frecuentes el hogar o fogón; la alhacena y el poyo o mesa auxiliar. Por otra parte, las habitaciones eran espacios plurifuncionales donde se podía cocinar, celebrar reuniones familiares, recibir a los invitados, comer, trabajar o dormir. Este carácter marcó la escasez y sencillez del mobiliario.
Los corrales fueron partes integrantes de las casas, a la par que aportaban calor en el invierno bajo el piso doméstico. El cuidado de gallinas y otros animales serían actividades en las que participaron activamente las mujeres andalusíes.
¿Cómo se relacionaron las mujeres andalusíes con el espacio público? El derecho musulmán determinaba que las mujeres honradas debían permanecer encerradas en el espacio doméstico. Cuanto mayor era la clase social, mayor era la honra que debían proteger. Por el contrario, las mujeres de baja condición tenían una mayor capacidad de movimientos de puertas hacia fuera al contribuir con su trabajo en las economías familiares y acudir a los zocos para el aprovisionamiento de víveres. La visita al cementerio, baño público o hamman, familiares y otras mujeres, así como su participación en celebraciones importante de la comunidad musulmana, fueron otras de las salidas a los espacios colectivos.
En el espacio público tenían que portar velo. Su fin era reservar a las mujeres un espacio privado en los lugares comunes. Igualmente, debían ir cubiertas con una serie de prendas que disimularan los contornos de su cuerpo y salir acompañadas a la calle.
Entre las actividades que realizarían las mujeres en el espacio público podemos señalar la provisión de leña y la cocción de pan y dulces en la tahona u horno público.
La abundancia de agua, reflejada a través de la existencia de numerosas fuentes, recuerda otra de las principales funciones domésticas femeninas, la provisión de agua y el lavado de la ropa.
Si se visitan las iglesias parroquiales de estos pueblos hay que saber que la mayoría se construyeron en el siglo XVI sobre antiguas mezquitas, aunque posteriormente las iglesias fueron reconstruidas como consecuencia de su destrucción durante la Rebelión morisca.
En la religión musulmana, las normas jurídico-religiosas exigían a las mujeres el cumplimiento de los cinco pilares básicos del Islam. Sin embargo, se establecieron una serie de obstáculos al libre ejercicio del culto. Por ejemplo, se eximió de acudir a la oración sagrada de los viernes en las mezquitas a una serie de categorías de mujeres, como las menstruantes o las que acaban de dar a luz. Si finalmente acudían a la mezquita, debían estar separadas del sexo contrario y salir las primeras al acabar la oración.
Los museos existentes en esta comarca muestran un variado repertorio de utillaje tradicional. Aunque contemporáneo y perteneciente a una vivienda alpujarreña, conserva rasgos del pasado que nos permiten establecer ciertos paralelismos con el ajuar de una casa islámica. El telar y la rueca serían muy habituales en las viviendas andalusíes, junto a agujas, dedales, punzones, botones, husos, pesas de telar, etc. Una de las actividades más citadas en los textos andalusíes fue la textil, realizada preferentemente por mujeres en su hogar.
La producción de seda fue muy afamada, convirtiendo a la Alpujarra en un próspero centro productor y exportador del reino granadino. Cabe señalar las actividades ejercidas por las mujeres desde este periodo hasta la actualidad. Tras la conquista cristiana, y con la expulsión morisca, esta fabricación continuó; hasta los años cincuenta del siglo pasado subsistió la antigua fábrica de seda de Ugíjar, donde trabajaron unas doscientas mujeres.
Destacan también los recipientes de cerámica, madera y metal que nos permiten hablar del rico repertorio de objetos destinados a las tareas cotidianas que existió en al-Andalus.
Otro hito fundamental para visitar son las eras de trilla. La participación femenina en las actividades agrarias fue importante en el campo abierto y en los huertos anejos a las viviendas, sobre todo en los procesos de siembra, cuidado y recolección. Destaca el papel femenino en la recolección de plantas medicinales. Conocían sus propiedades y elaboraron diferentes remedios.
En definitiva, visitar esta apasionante región resulta una gran ocasión para reconocer el papel de las mujeres en la Historia como sujetos activos y constructores de nuestro pasado.
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