Rafael Vílchez: la memoria fotográfica de La Alpujarra
Aniversario
El museo de fotografías hechas por Rafael Vílchez en Mecina Bombarón cumple 20 años
Granada/La persona cuyo nombre va a salir de un momento a otro en esta crónica es la mirada permanente de La Alpujarra, el divulgador nato de la montaña, el material humano que ha plasmado como nadie el marco incomparable de una comarca que ha sabido sobrevivir a cualquier contratiempo. Ha reventado varios coches recorriendo los pueblos alpujarreños y anda siempre con su máquina pegada al pecho oteando aquello que puede servir luego para un medio de comunicación, para un museo, para un recuerdo. Durante varios años ha estado contratado por la Diputación de Granada para que dejara constancia con su cámara del paso del tiempo, los momentos y los acontecimientos en la comarca granadina. El resultado son miles y miles de instantáneas que trascienden el presente y que se han convertido en un legado fotográfico único. Una pequeña parte de su trabajo está expuesto en el Museo Fotográfico de la Alpujarra en Mecina Bombarón. El museo lleva su nombre: Rafael Vílchez.
Camino del museo
Me llama Rafael Vílchez para que vaya a La Alpujarra. Él sabe que yo estoy siempre dispuesto a pasar un día o dos en la comarca. La hemos recorrido juntos muchísimas veces: por arriba y por abajo, por la derecha y por la izquierda. Él quiere que escriba algo sobre su museo, que ha cumplido 20 años. Lo recojo en Órgiva, que es donde vive, y nos vamos hacia Mecina Bombarón, que es en donde está el museo. Es una mañana de diciembre muy soleada. El sol hace brillar las cúspides de la Contraviesa. En Sierra Nevada se ven los picos con nieve, como si fuesen cucuruchos de helado. En el camino nos ponemos al día. Hablamos de lo que nos gusta hablar: de personas que conocemos, de pueblos a los que hemos ido y de situaciones por las que hemos pasado. También nos gusta hablar de nuestros hijos y de nuestros nietos.
Mecina Bombarón forma parte del municipio Alpujarra de la Sierra junto con Yegen y las aldeas de Montenegro y El Golco. El museo está muy cerca de la plaza del Ayuntamiento. Allí se ven algunos ancianos que toman el sol y dos propios del Senegal que están en el pueblo trabajando en la habichuela verde y en el tomate cherry. Nos abre el museo el funcionario municipal Paco Mingorance, que me dice de Rafael que no se concibe La Alpujarra sin él y que son muchas las personas que le están agradecidas por la labor de difusión que lleva a cabo de la comarca. A Rafael le suben los colores del rubor a la cara cuando oye eso. Después damos una vuelta por las instalaciones.
Allí hay casi 800 fotografías y constituye uno de los mayores documentos visuales en blanco y negro y a color de la comarca granadina y almeriense. Allí están la reina Fabiola con el padre Ferrer, Miguel Ríos con una banda de música, Paco Martín Morales dibujando una caricatura, Rafael Guillén con sus amigos Cayetano Aníbal y Enrique Morón. Todo aquel que ha subido a La Alpujarra y merece ser fotografiado, ha sido enfocado por la cámara de Rafael Vílchez. Luego están las escenas cotidianas, rostros y retratos de ancianos y gente del campo, lugares anónimos, fiestas populares, arquitectura tradicional, folclore, gastronomía, paisajes. Ha fotografiado al perro llevando a la mula con un ronzal, a un pavo que pesaba casi 40 kilos, un jamón más grande que un niño de cinco años, unos aldeanos haciendo unas migas en una sartén gigante…
Vida y obra
De la vida de Rafael Vílchez yo sé mucho porque somos amigos desde hace bastante tiempo. Rafael visitó por primera vez La Alpujarra cuando tenía catorce años y fue allí a vender productos de ferretería en los mercadillos con Paco 'Gañía'. Ese fue su primer trabajo. Por las tardes acudía a la Escuela de Artes y Oficios de Granada para aprender a pintar con Nicolás Prados y otros maestros. Su padre había estudiado allí dibujo de la mano de Gabriel Morcillo. Después del servicio militar y tras contraer matrimonio se fue a residir Lanjarón y puso un negocio de marquetería y cristalería. Por entonces estaba gordo y lucía una barba poblada: tenía pinta de pope ruso. Cada vez que iba a poner unos cristales a cualquier pueblo en donde era requerido, se echaba la máquina de fotografiar. Y así ha ido formando el archivo fotográfico más grande que se tenga sobre la comarca granadina por excelencia.
Cuando le pregunto cuántas fotos ha hecho hace como el lobo: ¡Uuuuuhhhh! Ni se sabe. Miles y miles. Los periódicos, las radios y las televisiones lo han buscado siempre que han querido algo de La Alpujarra. Además de ser el corresponsal de Ideal a él siempre se le encuentra cuando se trata de dar a conocer algún aspecto de la zona en la que vive. Él ha recuperado tradiciones y se ha inventado otras, como la de que el pueblo de Bérchules celebre las campanadas de fin de año el 31 de agosto en vez del 31 de diciembre. Por eso la labor de Rafael ya ha sido reconocida varias veces. Mecina Bombarón le ha dedicado una calle y la Diputación lo distinguió con un premio de Turismo. También tiene el premio Imagen y un galardón por la Bodega Cuatro Vientos de Murtas.
El museo está un poco descuidado, con los marcos llenos de polvo y algunas fotos puestas en el suelo. Él no quiere que ponga eso porque no desea que ese comentario le moleste a alguien y porque está muy agradecido de que un pueblo alpujarreño le haya cedido un espacio para poner sus fotos. Así de prudente y de tímido es este hombre. Él sueña con que se haga algo más con aquel legado fotográfico. A Paco Mingorance se le ocurre que se podrían digitalizar todas las fotos y exponerlas a través de una pantalla. Rafael no tiene afán de protagonismo alguno, pero le gustaría que más gente conociera su trabajo.
Rafael siempre tiene en La Alpujarra un sitio a donde ir o un amigo a quien visitar. Así que después nos vamos a casa de su amigo el jamonero José Muñoz, que tiene su negocio en Yegen. José es del tipo de personas que lo ves por la calle y te dan ganas de darle un abrazo. Con barba blanca sería un buen candidato a Santa Claus. Está pensando José en criar también cerdos para cerrar el círculo comercial: los jamones que cure y que vendan procederán de sus propios cerdos. Su hija Carmen, que es la que se dedica a la venta on line de sus productos, está de acuerdo. Ya tiene bicheado el sitio donde pastarán sus cerdos y dice que ya es cosa de tiempo. Y los cuatro brindamos por ello con un vino del terreno y unas lonchas de jamón de pezuña negra. El mejor brindis del mundo.
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