Una mirada a Montillana
La granada del siglo XXI
El pueblo, que cuenta con más de 1.300 habitantes, tiene su principal motor económico en el olivar y el aceite

A cincuenta kilómetros de la capital granadina y al pie de la sierra de su mismo nombre se encuentra un municipio que limita con la provincia de Jaén y que cuenta en la actualidad con más de 1.300 habitantes: Montillana. Los olivos rodean esta localidad que se sitúa a más de dos mil metros de altitud, por lo que es habitual que durante el invierno la nieve rodee sus tierras, no obstante las viviendas se encuentran en una extensa llanura, en una estructura urbana que transcurre alrededor de la iglesia parroquial de Santa Ana, el patrimonio cultural más importante que se conserva en la localidad.
En la entrada del pueblo, en la plaza del Ayuntamiento ya aparece el primer guiño al principal motor económico de la localidad, un antiguo molino de aceite, que al mismo tiempo recuerda a los más jóvenes cuáles eran los medios utilizados no hace tanto tiempo para transformar las olivas en aceite. En la misma plaza un vecino recuerda, frente a la actual almazara, cómo han cambiado los tiempos y la forma de trabajar, aunque lo que continúa siendo inalterable es la importancia de este cultivo para el progreso de Montillana.
Como sucede en muchas localidades de la comarca de los Montes Orientales, la mayoría de los habitantes comienzan en estos días a prepararse para el comienzo de la temporada de la recogida de la aceituna. Durante varios meses las idas y venidas al campo serán las protagonistas de su día a día, y en este sentido el Ayuntamiento pone en marcha incluso una guardería para que los más pequeños estén cuidados mientras sus progenitores pasan la jornada en el tajo. La gran almazara con la que cuenta en la actualidad la localidad ha hecho que su aceite sea muy conocido en toda la provincia y que su nombre vaya unido a las características de garantía y calidad de este oro líquido que riega, no sólo la gastronomía local, sino cada rincón del municipio.
En las calles de la localidad, rodeada por montañas, se respira tranquilidad, a la par que frío, unas temperaturas a las que los autóctonos parecen estar acostumbrados pero que para el visitante, depende de su procedencia, pueden resultar bastante bajas. La hospitalidad y la cercanía es sin duda una de las características de los habitantes de este pueblo en el que se recibe con los brazos abiertos a los forasteros.
Los paisajes de los que se puede disfrutar desde casi cualquier punto del pueblo transmiten sensaciones agradables de naturaleza y sosiego y el núcleo urbano conserva un aspecto tradicional a pesar de la aparición de edificios de nueva construcción.
El Consistorio ha dedicado los esfuerzos de los últimos meses a mejorar las infraestructuras del pueblo y especialmente a solucionar los problemas que aún quedaban de las lluvias del pasado invierno. Alumbrado nuevo, arreglo de calles o la reparación del puente de Palomeque están entre las actuaciones más destacadas.
Su gastronomía forma también parte de los encantos de esta localidad, que durante siglos dependió de su vecina Colomera, lo que ha hecho que entre ambas exista bastante conexión. Y es que Montillana no fue independiente hasta el siglo XIX, aunque su sentimiento de identidad propia fuera ya anterior.
Tanto el Consistorio como los propios vecinos tratan de que la población se mantenga y evitar el éxodo masivo a la ciudad que se produce en muchos municipios rurales, especialmente cuando el campo se presenta como principal fuente de trabajo. No obstante son todavía muchos los añoretos que deciden quedarse en esta localidad, incluso aunque tengan que trasladarse a trabajar a otros puntos de la provincia. El aire limpio y la cercanía con los vecinos son rasgos muy apreciados y difíciles de encontrar.
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