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Santiago Carbó
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SUENA el despertador, son las ocho de la mañana. Por fin Domingo de Ramos, día grande en Sevilla. Me dispongo a levantarme, compruebo que hace un día de sol glorioso, digno del momento. Desayuno y, como todos los años, me dispongo a revisar si falta algo de mis preparativos. Es mi ritual antes de la Semana Grande sevillana.
Antes que cofrade, soy podóloga, y miro con mimo el calzado de mi familia.
Este año es especial para mí porque por vez primera mi hija saldrá de penitente. No quería bajo ningún concepto que se lesionara sus pequeños pies, por lo que varios días antes he cortado rectas sus uñitas, y he masajeado diariamente sus pies con alcohol para que su piel sea más resistente. Reviso que sus calcetines estén listos, y que sean de fibra natural como el algodón, y que sus zapatos tengan un contrafuerte adecuado, de cuero y con un tacón de un centímetro y medio. Recuerdo que presté especial atención a que no tuviera costuras interiores que pudieran provocarle alguna rozadura; además, los compré a última hora, cuando su pie estaba más hinchado y he procurado que los haya utilizado varios días antes de su estación de penitencia.
Pero hay que tener en cuenta que los cuidados no sólo son para los más pequeños, sino también para los adultos.
Los días previos hubiera sido conveniente haber acudido a una revisión podológica. Ya lo sabemos para años venideros. El profesional es el indicado para orientarle sobre el cuidado general de su pie y medidas especiales para adaptarse a cualquier patología que pudiera presentarse.
En líneas generales es recomendable comprar el calzado a última hora de la tarde, no estrenar el zapato el mismo día en que vayamos a usarlo, optar por fibras naturales para los calcetines y realizar un corte recto de las uñas una semana antes. Y observar bien el pie: si notamos algo extraño podemos (y debemos) acudir a la consulta de un profesional.
Ni que decir tiene que estas medidas son de especial importancia para los pacientes con pie de riesgo, como diabéticos, enfermos con alteración de la sensibilidad o vascularización.
El primer paso ya está en la calle. Llevamos una hora de pie, sin descansar, y los estragos de la Semana Santa se dejan ver a las primeras de cambio. Para evitar molestias es adecuado alternar el peso de una pierna a otra, así como realizar movimientos circulares del tobillo para estimular el riego sanguíneo.
De vuelta a casa nuestra cautela no ha terminado. En primer lugar sería conveniente realizar un baño de contraste de temperaturas, finalizando con agua fría desde los pies a las rodillas. Si hubiera alguna lesión, como una ampolla o rozadura, sería conveniente aplicar un desinfectante y cubrir con un apósito. Para activar la circulación podemos usar una crema hidratante con la que realizaremos un masaje desde los dedos hasta los tobillos y pondremos las piernas en alto.
Mi hija ha realizado su primera estación de penitencia con éxito. Está cansada, y yo satisfecha, pero sus pies no han sufrido más de lo necesario porque fui previsora y seguí mis propios consejos. Porque, no hay que olvidarlo, soy madre antes que podóloga.
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