Granada renace en un soñado Domingo de Ramos
Crónica | Domingo de Ramos 2023
Las cofradías brillan con una impecable presentación y una ciudad echada a la calles
Granada/Desde las cuatro y diez de la tarde de este domingo, ya es Semana Santa en Granada. Y eso mimso se dejó sentir, con sus emociones y sus indescriptibles sensaciones, incluso antes de que el reloj diera esa hora. Entre las representaciones que habían llegado a la iglesia de San Andrés para inaugurar nuestra semana grande junto con la Hermandad de la Borriquilla estaba el prelado granadino, don José María Gil Tamayo. Él fue el encargado de dar la primera llamá y también de dirigirse al medio millar de fieles que se cobijaban dentro de esta iglesia de la calle Elvira. Emocionado, como el resto de los presentes, invitó a "no dejar de sorprendernos por la belleza de Granada y de su Semana Santa".
Con esa premisa fijada en el ánimo de todos, se abrieron las puertas del templo y una ovación inundó el ambiente. Arrancaba la ansiada Semana Santa. La de siempre. La que no contempla restricciones ni halla cortapisas. La que vino desprovista de hisopos y de mascarillas. La de los abrazos y los besos, la de las bullas delante de los palios. La que hacía tanto anhelábamos.
Y como invitaba el pregonero, de manos de la niña Elvira, la que acompaña a Jesús en su entrada en Jerusalén, Granada se echó a la calle para revivir la inefable ilusión de revivir a nueva Semana Santa.
¡Bendito el que viene!
Cuando la Agrupación María Santísima de la Estrella interpretó Alma de Dios a la salida del misterio de la Hermandad de la Borriquilla, supimos que definitivamente 'esto ya estaba aquí'. La muletilla tan empleada por los cofrades en estas hechas tomaba carta de naturaleza. En sus primeros compases, anduvo el Señor de la Borriquilla rodeado entre palmas, en medio de una chiquillería que tomó voz en la Plaza de los Niños Hebreos. "Campanas, llámate", espetó el pequeño Álvaro dirigiéndose a quien mandaba debajo del respiradero. No, corrigió Alberto Ortega: ¡A esta es! Y la inocente mano del niño hebreo levantó al cielo de Granada al Cristo subido en su borriquilla.
El nutrido cortejo de la cofradía permitió confirmar lo que ya se empezaba a sospechar. Que el buen trabajo, las ganas y la ilusión, es una llamada a las filas. A acompañar a tu hermandad. Y así se vio en esta corporación, como en las restantes que procesionaron en este Domingo de Ramos. Y entre nazarenos y mantillas, llegó el palio turquesa de la Reina de la Paz, la que centelleó al colarse los rayos de sol en su tocado. Los músicos de Los Dolores acompañaron la salida de la imagen con esa marcha icónica que abre nuestra semana grande.
Y sin darnos cuenta, cuando la tarde caía, llegó la cofradía hasta la Plaza de las Pasiegas para realizar su estación de penitencia. La primera que presidió, con traje talar y bonete, el pastor de la Iglesia de Granada.
Jesús sacramentado
Cuando el padre Larios dirigía las preces iniciales al salir la Hermandad de la Santa Cena pidió al cortejo que se volviera para recordar los orígenes de la cofradía: el culto a Jesús sacramentado. Un sentido y un carácter al que la cofradía pretende acudir a las puertas de su primer centenario. Y al que recuerda en cada punto: desde las espigas que adornan el arreglo floral a la custodia que preside la delantera del misterio.
Se ensanchó el arco carpanel de Santo Domingo para que bajo el cruzara el colegio apostólico junto al Mesías, sentados al cenáculo. Y navegó el misterio sobre las miles de cabezas que se agolparon a las puertas del templo, bajo el mando de Rodríguez Quesada. Anduvieron valientes, sabiendo recrearse en los momentos precisos, picando el paso, reteniendo sobre los costeros antes de dar la zancada hacia adelante y arrancar la ovación cerrada del respetable. Y para ello contaron con la complicidad de su propia banda, que creciendo respecto al año pasado, terminó siendo el mejor acompañamiento posible en cada chicotá.
Y no se hizo esperar la presencia de María Santísima de la Victoria, deslumbrante como siempre bajo su blanco palio. Hosanna in excelsis fue la partitura que interpretaron los músicos de Alhaurín El Grande en la salida. Elegante. Clásica. Siempre refinada fue la presencia de la Novia del Realejo, quien llegó hasta el palco de Ganivet a los sones de Esperanza Macarena. Qué bonito el recuerdo al gran maestro.
El Señor hizo en ti Maravillas
Pocas imágenes expresan con esa fuerza y tensión dramática la pasión y la resignación del manso cordero, entregado para redención de la Humanidad. Pero de entre esas pocas, Granada tiene la suerte de contar con sus mejores exponentes. Y como muestra, el imponente eccehomo de la Sentencia, que desde la iglesia de San Pablo volvió a presidir un Domingo de Ramos.
Los recortados capirotes de la primera de las cofradías albaicineras procesionó con la elegancia que acostumbra. Mejor no andarse con estridencias cuando todo funciona como siempre lo hace. Clásico y reposado el trabajo de los pupilos de Guillermo Padilla, en ya perfecta simbiosis con los trajes verdes de La Elevación. Tan solo faltó a la escena ese ansiado misterio que poco a poco se fragua en las gubias de Israel Cornejo.
Cuando llegó el paso de palio de la Virgen de las Maravillas lo hizo envuelto en el aura que recoge una de las grandes dolorosas de nuestra Semana Santa. Cuidada en su presentación y en un palio que define el legado más firme y seguro del que gozamos. Se echó de menos a uno de esos nazarenos de ojos azules que ha acostumbrado tantos años a revolotear palermo en ristre. Ausencia justificada, por primera vez en tres décadas. Pero coronó la estación de penitencia la armónica melodía que regalan los músicos de San Isidro de Armilla.
El silencio blanco
La última cofradía en incorporarse a la Semana Santa de Granada fue la de Jesús Despojado. Pero después de casi treinta años procesionando, es inconcebible un Domingo de Ramos sin su presencia. Esa que impone silencio y elegante respeto al toque del muñidor y los espigados capirotes con la cruz de San Juan al pecho. Largos tramos para un cortejo que permitía vislumbrar, a lo lejos, el misterio del Señor del Fígares, a punto de echarse a suertes la túnica del Hijo de Dios.
Y en esa vuelta a la costumbre, a la realidad de siempre -aunque haya a quien le pese- se recuperaron las tradiciones, como la que lleva al misterio cartujano a rendirse ante el sagrario del convento del Santo Ángel, flanqueado por los pasos del Cristo de San Agustín y Nuestra Madre y Señora de la Consolación. Emocionante momento, con todos aquellos que se vivieron, ya entrada la noche y con un mercurio poco apacible, de vuelta por Frailes. Instantes para recrearse en el andar y en la música de quienes, tras seis lustros, ponen compás al andar costalero de Jesús Despojado.
Deslumbró un año más el paso de palio de la Virgen del Dulce Nombre quien destelló en su paso por la Carrera oficial al paso de La Dolorosa de Hellín. Sus imponentes proporciones, junto con el hacer de la voz de Dionisio Martínez, consiguieron enmudecer al respetable, que se perdió en los entrevarales para buscar la confortación de María Santísima junto al discípulo amado.
Cautivados en el Sagrario
Todo trabajo tiene su recompensa. Aún más cuando las circunstancias se presentan adversas y toca poner concierto a aquello que no siempre lo tuvo. De ahí que la labor de la Hermandad de Jesús Cautivo por continuar ofreciendo su mejor versión este Domingo de Ramos fuera una oda al sacrificio, la entrega y el compromiso con la Semana Santa de Granada.
Estando tan solo, el Señor Cautivo estuvo arropado por quienes desde dentro y desde fuera se sumaron a su andar sobre su paso de misterio. Vibraron las trabajaderas, a la voz de Fernández Lamolda, asido a la pata de la parihuela. Ganaba terreno el paso en su transcurrir ante el palco federativo, después de regalar estampas repletas de clasicismo, al son de Nuestro Padre Jesús de la Victoria o la celebrada Virgen de la Hiniesta.
Desbordante exorno de flor -claveles blancos, rosas y calas violetas- presentó María Santísima de la Encarnación para este Domingo de Ramos. Deslumbrantes esquinas y flor de cera adornaba la candelería. Una advocación que iluminó con su presencia la estación de penitencia de la cofradía al entrar en la Catedral, justo el año en el que el templo metropolitano, con este mismo título, cumple sus quinientos años de historia. Gran estreno también el de los pupilos de Jorge Berrio en la Semana Santa de Granada, con un escogido repertorio para acompañar a la Madre de Dios.
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