La familia Cantero Ramírez, ocho décadas de devoción al Señor del Rescate
El Reportaje | La devoción de la Familia Cantero Ramírez
Carmen Ramírez, José Manuel Cantero y Lucía Jiménez. Tres generaciones unidas en la devoción a Nuestro padre Jesús del Rescate
Siervas del Evangelio, Camareras Perpetuas del Señor del Rescate | "El Señor nos ha rescatado"

Granada/Sábado de Pasión, en la Iglesia de la Magdalena. Entre los cientos de fieles que acuden cada año a ofrendarle claveles al Señor del Rescate está Carmen Ramírez. Granadina nacida a las sombras del campanario del Monasterio de las Comendadoras de Santiago, en el corazón del barrio del Realejo. Está en la fila, un año más. Siempre repite el mismo ritual. Se acerca a los hermanos de la cofradía y les dice un número que cada año va creciendo. Esa cifra se transformará en claveles, que componen el calvario sobre el que cada Lunes Santo camina Nuestro Padre Jesús del Rescate. Una tradición de gran arraigo cofrade, a la que Carmen no falta ningún año.
Sus claveles no tienen identidad, ni siquiera sus hijos saben a quién van dedicados. “Si subo a alguien al paso del Señor, no lo puedo bajar”, confiesa Carmen, aludiendo a unas flores que trascienden lo humano. Son plegarias repartidas sobre el paso procesional, que ocupan un lugar privilegiado en sus rezos. Se sustentan junto a unos palitos de madera que se entrelazan entre sí sobre las andas de caoba y orfebrería. “Les digo el nombre que quiero que aparezca, y lo escriben”, asegura Carmen. No obstante, algunas de sus oraciones tienen nombre, aunque no lo desvele.
Los pies descalzos de Jesús del Rescate se posan sobre las intenciones de la Familia Cantero Ramírez. Un linaje vinculado a la cofradía desde hace más de ocho décadas. Algunos años más, otros menos, pero siempre presentes entre las filas de nazarenos del Rescate. Este año es diferente, y muy especial. El I Centenario Fundacional de la cofradía ha ilusionado a gran parte de la familia. Abuela, hijos y nietos, todos en torno a la devoción en la que radica la fe de la familia. Este año había diez Cantero siguiendo la estela del Señor.
La mañana del Lunes Santo es siempre igual. “Un día de muchos nervios y mucha ilusión, desde siempre”, señala Carmen. Al fondo del pasillo ha reservado una habitación para el día más importante del año. Cinco túnicas de terciopelo rojo y cinco capillos de raso escarlata en unas perchas, sobre las que se sustenta una devoción inculcada de padres a hijos. Carmen tiene todo contemplado, desde el espontáneo arreglo con un imperdible hasta un pequeño cartón, con el que se puede salvar la medida del antifaz. Su veteranía es crucial cada Lunes Santo.
Tres golpes secos sobre la puerta de madera, y empieza el día. Carmen se funde en un abrazo con José Manuel Cantero y Lucía, son los primeros en llegar. Acuden, como cada año, a prepararse para la Estación de Penitencia. La casa familiar es lugar de encuentro entre toda la familia ese día, en el que se crean cada año recuerdos inolvidables. Entre risas y anécdotas, comienzan a vestir la túnica de nazareno con gran nerviosismo.
Carmen ayuda a José Manuel a anudarse el fajín dorado. Madre e hijo repiten una estampa con historia. Esas mismas manos ayudaron al joven José Manuel a vestir el alba blanca y la dalmática cuando fue cirial. Décadas más tarde, es nazareno del último tramo. Desde su ubicación privilegiada es difícil evitar girar la cabeza para contemplar el rostro del Señor cada Lunes Santo. También ayuda a Lucía, que este año se viste de nazarena. Hace ya algunos años fue también monaguillo y roquete.
Sobre la mesa del salón, Carmen extiende muchas fotografías, reflejos de una historia viva que sigue construyéndose año a año. Lucía de la mano de José Manuel, o rodeada de sus primas. Desde los tres años hasta la actualidad. Muchos cambios en cada instantánea pero un denominador común: siempre revela en su rostro una sonrisa radiante. Una alegría que no puede esconder al pensar en la gran jornada que van a vivir.
“¿Cómo empezó la vinculación de la familia con la cofradía?", pregunta Lucía a Carmen, mientras observa con detalle una de las fotografías. Y para conocer el origen de su devoción, hay que conocer su propia biografía. El que fuera su esposo, Antonio Cantero, era hermano de la Cofradía del Rescate. Desde su juventud, Carmen ha vivido entre rezos y oraciones al Señor. “Recuerdo que los enseres se guardaban en una casa de la calle Puentezuelas”, evoca, refiriéndose a un edificio que fue remodelado hace tiempo. Sus vivencias reflejan la propia evolución de la cofradía con la que ha compartido vivencias desde hace ocho décadas.
Carmen no es hermana de la corporación, pero siente una devoción inquebrantable. “Siempre que hemos tenido un problema en casa, se encomendaba a Jesús del Rescate y la Virgen de las Angustias”, asegura su hijo José Manuel. Carmen ve en el ‘Señor de Granada’ una “mirada dulce y serena”, que le invita a la oración. Este año, junto a sus familiares, salió de promesa siguiendo la estela de la popular ‘Túnica Persa’. Lo hace cada año en el Vía Crucis del Viernes de Dolores, al que no ha faltado “ni un año”
José Manuel también recuerda grandes hazañas en la hermandad. “Hace tiempo se guardaban los enseres en el Convento, es una auténtica joya”, señala, asegurando que la clausura de la Iglesia de la Magdalena esconde uno de los tesoros ocultos de la ciudad. Vivencias limpiando plata y colaborando con la hermandad se suceden en una conversación que desentraña la gran pasión de la familia.
Llega el momento de ir hacia el templo. Siempre el mismo camino, cubiertos con el antifaz. Este año serían diez Cantero los que irradien fervor por el barrio de la Magdalena. Al llegar, una oración ante Jesús del Rescate. Las miradas se funde entre sí, ya es Lunes Santo. El Señor, y su familia. Lucía no puede contener las lágrimas, que intenta ocultar bajo el capillo. Y tras el rezo, la fotografía. Pasará a la última página en blanco de un álbum que seguirá completándose año tras año.
Esta es la historia de una familia de la Cofradía del Rescate. Una de cuantas conforman la centenaria corporación que venera a Nuestro Señor en la Iglesia de la Magdalena. Son los Cantero Ramírez, ocho décadas de devoción a las plantas de Nuestro Padre Jesús del Rescate.
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