Sol y lluvia, contrastes en un fatídico Martes Santo
La Crónica | Martes Santo Granada 2025
El viento y la lluvia impidieron la tercera jornada de la Semana Santa, que une cada año al barrio del Realejo, el Zaidín, el Albaicín y el Centro
Crónica Lunes Santo Granada 2025 | Soberbia plenitud en un Lunes Santo cargado de Oración

Granada/Faltan 349 días. Todo, y a la vez nada. En la madrugada del Lunes Santo, mientras los zaidineros acompañaban a la Hermandad del Trabajo hasta la Iglesia del Corpus Christi, se estudiaban con atención los pronósticos. Tablas, gráficos y mapas reflejaban una previsión incierta, en la que la presencia de la lluvia era clara. Nubosidad y fuertes vientos en un alto índice porcentual. “Eso nunca se sabe, hay veces que falla”, exclamaba un joven, mientras contemplaba a Nuestra Señora de la Luz revirando hacia la calle Polinario. En sus palabras escondía el deseo de ver, en tan solo unas horas, a la segunda hermandad por las calles del Zaidín. Mientras terminaba de recitar la oración, llegó una tímida lluvia desde el oeste precipitando la entrada del paso de palio. El Lunes Santo cedía el testigo a las cuatro cofradías del Martes Santo.
Un sol radiante dominaba la inmensidad del firmamento. Las calles de Granada rebosaban luz de primavera en una mañana espléndida de Martes Santo. La alcaldesa de la ciudad, Marifrán Carazo, emprendió su ruta. Cuatro corporaciones conectarían las principales arterias de la ciudad: Albaicín, Realejo, Centro y Zaidín. Allí, en la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores aguardaba Enrique Manuel Trujillo, hermano mayor de la Sagrada Lanzada. Se mostraba esperanzado ante la incertidumbre.
“Ojalá, ese es nuestro deseo”, respondía la Corporación Municipal, suplicando que aquellos mensajes de ánimos se hicieran realidad. Más tarde, en una primera reunión con el cabildo de oficiales, se barajaron varios partes meteorológicos. La única certeza era la presencia de lluvia en la ciudad, pero no sabían en qué intervalos. El viento era imprevisible, y podría traer consigo cientos de nubes con un riesgo potencial de precipitación. Era una decisión difícil, pero aún quedaba un tiempo para tomarla. Mientras, el nerviosismo e incertidumbre se respiraba en la cuadrilla de costaleras de María Santísima de la Caridad. Este año, estrenaba una adaptación en la parihuela que incluiría el costal como un elemento más de la corporación. Había ilusión, y motivos para sonreír. Rayos de sol que despejaban cualquier atisbo de duda, pero los partes discrepaban.
A escasos minutos de la hora de salida, el cabildo de oficiales volvió a entrar en la misma sala. Las puertas se cerraban, y la decisión era inminente. Se esperaba una señal del cielo, y llegó. Una gran tromba de agua obligó a tomar la decisión jamás deseada, pero correcta. Uno a uno, los miembros del cabildo de oficiales salían de la sacristía. Rostros de emoción y ojos de tristeza contenida, de los que brotarían lágrimas. Llegaba el momento, Enrique Manuel Trujillo le hablaba a sus hermanos.
“Gracias por ser la hermandad que somos, porque es gracias a vosotros”, confesaba, intentando ocultar el nerviosismo patente. Se mostraba ante toda la corporación, reunida en la nave central del templo parroquial, que fijaba en él su mirada. La Hermandad de la Sagrada Lanzada no realizaría su Estación de Penitencia, otro año más.
La noticia se extendió por toda la ciudad, incluido el barrio del Albaicín. Allí, los hermanos del Santo Vía Crucis esperaban que el cabildo de oficiales tomara la decisión definitiva. En la clausura del templo permanecían los hermanos y hermanas, ajenos a la situación meteorológica que se presentaba. En el exterior, grupos de jóvenes se apostaron a las puertas de la Capilla de Salida, en la que aguardaban en los pasos procesionales de Jesús de la Amargura y Nuestra Señora de los Reyes.
La excelsa candelería de la dolorosa granadina se fundía, iluminando la sublime belleza de su rostro. En el lateral el Señor, sustentando la cruz de taracea centenaria. En su composición refleja las señales del martirio y la pasión que cada primavera rememora la ciudad. Frente a la ventana, una bambalina de terciopelo granate bordado en oro. Uno de los palios de ‘cajón’, que homenajea cada Martes Santo la concepción original de la estética granadina. Manos entrelazadas, rezo y lágrimas, llegaba el momento. Entre el silencio de las calles del bajo Albaicín, un murmullo recorría cada rincón. Se extendía la noticia, el Santo Vía Crucis no salía.
La cofradía sentó cátedra, un año más. Tras el anuncio de la suspensión, se abrieron las puertas de la Iglesia de San Juan de los Reyes. En su interior, cientos de mantillas y nazarenos, cubiertos con el capillo. Guardaban el anonimato y recogimiento propios del piadoso acto, tal y como recogen los estatutos fundacionales de la centenaria corporación. El Trío de Cañas Aglae comenzaba a interpretar una composición de raíz litúrgica. Mientras los fieles y devotos accedían a las naves del templo, la Cruz de Guía se situaba en el Altar Mayor. Comenzaba el Rezo del Santo Vía Crucis, al igual que la hermandad lleva realizando desde 1917.
Se sucedieron las 14 Estaciones en un silencio sepulcral. Sobre los muros unos tapices reflejaban la historia pasada, que volvía a ser realidad. Lienzos pasionistas cubrían las paredes del primer templo cristiano de la ciudad, rebosante de fieles. En un lateral, María Santísima de las Lágrimas. Recogía en su advocación la impotencia de unos hermanos, que daban una lección de unidad y fraternidad.
Algunos granadinos iniciaron el rumbo a la Iglesia de San Gil y Santa Ana. Allí, un mar de fieles aguardaba aquello que nunca se pierde. Granada esperaba a su Esperanza, ahora más que nunca. Parecía que todo podía cambiar, al colarse entre las nubes un haz de luz. Irradiando un gran fulgor sobre el campanario, el público se fundió en un aplauso colectivo que emocionó a los hermanos. Los nazarenos frente a las Sagradas Imágenes, y las mantillas en un edificio anexo. El templo se quedaba pequeño ante el desbordante fervor que siente la ciudad por la Imagen a la que diera vida José Risueño hace más de tres siglos.
Un pequeño monaguillo se acercó al paso procesional de Jesús del Gran Poder. En sus manos portaba un lirio morado, destinado a estar a las plantas del Señor. Un tesoro que entraña más que una simple fragancia. Rozó sus pétalos sobre la orfebrería, y alzó la mirada. Allí estaba Jesús, aferrado a un madero. Sus tres potencias desprendían reflejos sobre sus ojos, era imposible mirarlo fijamente. En una esquina del templo el pequeño monaguillo se quitaba los guantes, colocándolos sobre la cesta. Este año no era el mejor, pero por lo menos se quedaría con todas las estampas. Solo quedaba guardar el secreto, y conseguir llevárselas al bolsillo.
El hermano mayor de la Esperanza, Luis Joaquín Sánchez, se dirigía a sus hermanos. Se suspendía irremediablemente la Estación de Penitencia a la Santa Iglesia Catedral. La peor de las noticias demostró el mayor de los fervores. Tras la noticia, cientos de granadinos se concentraron en el atrio de San Gil y Santa Ana ante una lluvia torrencial. A orillas del Darro, había fervor popular por Nuestra Señora de la Esperanza Coronada. La gran espera mereció la pena, para ver el dulce rostro de la ‘Niña de Santa Ana’.
Y en el corazón del Realejo, se buscaban claros. Espacios entre nubes que permitieran ver el cielo. Solo quedaba esperar a la deliberación más difícil de todo el año. Así, como si de una fotografía se tratara, se repitió la misma escena que en el resto de corporaciones. Diferentes templos y advocaciones, pero una misma realidad. El hermano mayor de la Cañilla, Germán Bolívar, subió los escalones del Altar Mayor de la Iglesia de Santa Cruz La Real. El silencio se apoderó de Santo Domingo.
“Os pido perdón, hemos hecho todo lo posible”, confesaba la voz de la hermandad. De su mirada brotaban lágrimas de pasión, rabia, ira, y sobre todo fervor. Era el segundo año consecutivo que la corporación no podía realizar Estación de Penitencia, y era difícil. “Estemos alegres, que el Señor de la Cañilla y la Soledad nos esperan aquí todo el año”, exclamó, enfatizando la incansable labor de una hermandad que cuenta los días para celebrar su I Centenario Fundacional.
En el trampantojo de la portada de la Parroquia de Santa Escolástica, se colaban forasteros. Granadinos con paraguas que, bajo las arcadas del templo, parecía unirse al lienzo pétreo. Se improvisaba el orden espontáneo de acceso, mientras los pasos procesionales se situaban en el presbiterio. En una Solemne Veneración a los fieles, los granadinos buscaron consuelo en la mirada del Señor de la Humildad mientras se desvanecía la tenue luz del templo.
El cielo se unía al llanto de Granada, anhelando un nuevo comienzo. Una cuenta atrás que se inició en la ciudad y en los corazones de todos los granadinos. El anhelo va acentuándose año tras año, ensalzando la jornada como una de las más deseadas. Zaidín, Centro, Albaicín y Realejo, ya solo quedan 349 días. Granada volverá a soñar, muy pronto, con un nuevo Martes Santo.
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