La música de capilla, ese otro género de la Semana Santa del que nadie habla
Reportaje | Patrimonio
Las hermandades apuestan cada vez más por las capillas musicales aunque no todas lo hacen con conocimiento de causa o respetando las normas más elementales que debe acompañar a este género
Granada/Clarinete, oboe y fagot. Sólo esos tres instrumentos sirven para dotar de música a una cofradía. Tres instrumentos que, conjuntamente, crean una de esas formaciones musicales que tradicionalmente acompañan a las hermandades y cofradías de Semana Santa, ya sea en sus estaciones de penitencia -en el caso de las hermandades serias o de negro- o en los actos cuaresmales como traslados o vía crucis.
Un género que muchos consideran menor, puesto que no tiene el predicamento que otras formaciones musicales tienen, como bandas de música, agrupaciones musicales o bandas de cornetas y tambores. Sin embargo, se trata de un género que en los últimos años ha ido ganando relevancia y protagonismo. Especialmente, en Granada donde desde su primera incursión, allá por 1993, ha conseguido crear diferentes formaciones propias así como un extenso repertorio de piezas. Y hasta la última incursión, perpetrada por el paso de palio de la Virgen de la Concepción, el Jueves Santo de 2023, al entrar con capilla musical en el interior de la Catedral.
Así, por ejemplo, lo cuenta el melómano cofrade Jorge Heredia, responsable musical del Centro de Estudios Cofrades, quien valora cómo "la repercusión de las capillas musicales es menor porque también son pocas las hermandades que hacen uso de ella en sus estaciones de penitencia, como pueden ser San Agustín o el Vía Crucis. Pero la calidad que tienen las capillas musicales en Granada es de gran nivel: basta ver al trío de cañas Äglae, tras el Señor de la Amargura o la capilla musical del Santo Ángel, que sale el Lunes Santo con el Santo Cristo. Pero también esas capillas improvisadas que forman Los Ángeles, Armilla o Padul para acompañar a sus hermandades durante la Cuaresma".
Una opinión que es secundada por Alejandro Torres Lasarte, profesor de Lenguaje Musical y experto en la materia. Subraya el papel que realizan algunas formaciones como el trío Äglae o la capilla propia de la Hermandad del Cristo de San Agustín, quienes se encargan de poner en valor el repertorio que existe de este género: "En Granada, lamentablemente, muchas hermandades sólo parecen conocer las Saetillas del Silencio, de Francisco de Paula Solís, y por el peso específico que tienen los costaleros en muchas hermandades, se adoptan adaptaciones de cantos litúrgicos -cosa que me parece bien- o, peor, se empieza con el arreglo de marchas: La Madrugá, Virgen del Valle, Jesús de las Penas, Ave María de Caccini...".
Para Torres Lasarte, en Granada, esto viene motivado por la falta de reconocimiento y comprensión que requiere la música de capilla: "muchas hermandades, en los vía crucis o en los traslados, contratan capillas musicales como forma de reducir costes y tener musiquilla de fondo". De ahí la importancia para este profesor de divulgar el género y, más importante aún, apostar por la formación convencional: oboe, clarinete y fagot. Nada de saxofón. "Se empieza a desvirtuar la sonoridad musical y convertir la música de capilla en algo que no es. Flaco favor se hace desde el propio gremio de los músicos a cambiar la plantilla original de una capilla por mera comodidad".
Precisamente, desde 2005, María Cano junto con diferentes compañeros llevan luchando por reivindicar en Granada este género. Primeramente bajo el nombre de Ave Verum, después como capilla musical del Cristo de las Tres Caídas y, actualmente, bajo el nombre de trío de cañas Äglae. Para ella gran parte de esta situación que se vive en el seno de la Semana Santa granadina se debe a una mezcla de factores: "A veces es una cuestión de dinero, de ignorancia o de ganas de protagonismo de según qué personas. Un poco de todo. Justo lo que no debería ser en el mundo de las hermandades. Pero eso es algo que no sólo ocurre con la música".
María Cano concibe la música de capilla como algo íntimo y señero, que se nutre de múltiples fuentes y que, lejos de lo que mucha gente piensa, está en constante transformación y abierta a todas las posibilidades que la música encierra. De ahí que desde el su formación musical entiendan que "las Saetillas del Silencio, Mors mortem superabit o las composiciones de Vicente Gómez Zarzuela son piezas estructurales que deben formar parte de cualquier capilla musical que se precie, pero limitarse exclusivamente a eso es un error. Con la cantidad de profesionales que tenemos, seguir empecinados en esa única línea es condenar a la música de capilla al ostracismo".
Porque, ¿hacía adónde debe dirigirse este género de la música procesional? Para Cano la respuesta es translúcida: "La fuente de inspiración es casi infinita, hay que mirar hacia adelante, buscar otros horizontes, nuevas sonoridades, combinaciones e inspiraciones. Ya sabemos que la música de capilla no es tan agradecida como una agrupación o una banda, pero contamos con verdaderas joyas que están saliendo de manos de López Gándara, Alberto Barea, José de la Vega o de Moreno Pozo. La música de capilla goza de muchísima salud a pesar de que muchos piensen que está en un cajón cogiendo polvo".
Lo que anima a seguir hacia adelante, como comentan desde el trío Äglae es siempre la respuesta del público. Un soplo de aire que anima a no desfallecer, ya que el reconocimiento general de los cofrades y de las hermandades está lejos de aproximarse al esfuerzo y trabajo que dedican: "intentamos hacer que la música de capilla en Granada sea algo grande de ahí que cuando ves según qué cosas te duela. Pero estamos a punto de cumplir veinte años, así que imagina todo lo que hemos visto... Debemos hacer una reflexión para no cargarnos el género".
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