La malagueña Anabel Conde, cómo pasó de ser última en Eurovisión a quedar en el segundo puesto

El logro de 1995, con una poderosísima voz, es la esperanza que tienen los eurofans para que se repita con Melody treinta años después

La malagueña Anabel Conde, segunda en Eurovisión 1995, captada con su portentosa voz

Melody no remonta en las casas de apuestas tras el cambio en 'Esa diva', cómo es su recta final hacia Eurovisión

La representante española en Eurovisión 1995, la malagueña Anabel Conde
La representante española en Eurovisión 1995, la malagueña Anabel Conde
Francisco Andrés Gallardo - Jefe de sección de Vitally

08 de abril 2025 - 09:16

La esperanza a la que se aferran los seguidores españoles de Eurovisión en estos momentos sobre el resultado de Melody este mayo en Basilea es el precedente de 1995. Anabel Conde era la última en las casas de apuestas porque era una absoluta descononicda y era improbable que la grabación enviada por TVE (entonces no había las actuaciones previas tan habituales ahora) pudiera ser realidad. Los expertos en ese momento dubaban de la candidatura española.

A esa sorpresa en los ensayos del festival se agarran los eurofans españoles cuando Melody pueda defender Esa diva donde se desarrolle el festival cuando las estimaciones son pesimistas y la candidatura española está relegada al puesto 28º (lo que hace dudar, por ejemplo de que puede alcanzar un honroso Top 10).

La esperanza se remonta a hace exactamente 30 años, cuando la joven de Fuengirola, que en la actualidad es profesora de música, se presentó con Vuelve conmigo en Irlanda sin que nadie esperara que su voz fuera a sobrecoger de la manera que lo hizo en el escenario. Anabel tenía 19 años y era una desconocida en el mundo de la música. Le faltó después suerte y sobre todo reconocimiento. España no ha vuelto a repertir un puesto así en estos tres decenios y sólo Chanel, con su tercer lugar, se acercó en 2022 con otro impacto como fue SloMo. El anterior segundo puesto español en el festival fue en 1979 con Betty Missiego y Su canción (ganó Israel cuando España dio diez puntos a la candidatura de Halelullah).

Vuelve conmigo fue elegida por TVE por selección interna (lo habitual hasta 2001) entre 32 maquetas dirigida al departamento de la cadena pública. La elección de Anabel Conde fue respaldada con cierto escepticismo por el desconocimiento de su nombre. La balada estaba compuesta por el riojano José María Purón que había participado en el Festival de la OTI en 1978. Ese anonimato de la malagueña la relegaba a la cola de las estimaciones, que a fin de cuentas fue de lo más frecuente en las candidaturas españolas de los años 90. En Dublín, tras una repetida victoria irlandesa encadenada, no se auguraba que la canción española fuera a destacar.

La cantanta malagueña estaba arropada por un coro de garantía, Sol Pilas, Andrea Bronston y Doris Cales, y en la dirección de la orquesta estaba el hombre de confianza de la casa, el maestro de Qué apostamos, Eduardo Leyva, que estuvo en otras candidaturas, como la del célebre pifiazo yugoslavo del Bandido de Azúcar Moreno. Por entonces había que cantar con música en vivo, permitiéndose arreglos grabados como el que le pasó factura a la canción española de 1990. TVE se implicaba con su despliegue convencional y con ese halo de no interesarle una victoria para no verse en el engorro de la organización. Cuando Anabel estuvo a punto de arañar la victoria hubo muestras de nerviosismo, se cuenta.

El crescendo de Vuelve conmigo era muy festivalero. La intérprete española demostró que era realidad lo que se había presentado en el videoclip y en el disco. Un prodigio emocionante y, efectivamente, convenció a los jurados nacionales.

Fue un segundo puesto logrado sin ningún efectismo. Sin bailarines, ni apariciones en el escenario que despistaran la interpretación en sí. Tras unos brillantes ensayos que asombraron a la prensa (y a los pocos eurofans que se desplazaban) la actuación en la gala de Anabel, con su sencillo vestido primaveral escotado, superó las expectativas, muy por encima de las previsiones, elevada por la orquesta cuando la música en el escenario era decisiva.

El Point Theatre de Dublín contempló el empoderamiento de la joven Anabel. En las votaciones recibió un apoyo continental (habían comenzado a participar los países del antiguo bloque comunista) pero los países escandinavos obviaron los méritos de la española para aupar la victoria de Noruega, que con su casi instrumental Nocturne de Secret Garden venció con holgura (148 puntos) con un tema céltico de aire nostálgico pero más bien plano. Sobrevalorado y que recibió una queja por plagio desde TVE, lo que desmonta en parte que la cadena pública no estuviera por la labor de ganar. Fue un segundo puesto admirable e inesperado (Conde tuvo 119 puntos), que no se tradujo después en respaldo a su cantante. Y España no ha vuelto en Eurovisión a acercarse a ese logro, salvo Chanel.

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