Cuando Xavier Sardá era en realidad el Pablo Motos contra el PP y sus lejanos enemigos

El programa '59 segundos' llevó a Sardá y a Pepe Navarro, rivales en 1997 en el 'late', para que dieran su opinión sobre el conflicto entre 'El Hormiguero' y 'La Revuelta'

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Los presentadores Pablo Motos, Pepe Navarro y Xavier Sardá, en fotos retrospectivas, y David Broncano
Los presentadores Pablo Motos, Pepe Navarro y Xavier Sardá, en fotos retrospectivas, y David Broncano
Francisco Andrés Gallardo - Jefe de sección de Vitally

30 de noviembre 2024 - 13:58

En el programa 59 segundos de esta semana se trató el enfrentamiento de los dos espacios rivales en las actuales noches: El Hormiguero, que lleva 19 años en antena, líder de su franja desde que se incorporó a Antena 3, y La Revuelta, recién llegado a la cadena pública pero tras la experiencia de más de un lustro en Movistar Plus + con el nombre de La Resistencia. Un veterano frente al aspirante (que no novato) David Broncano, que le ha plantado cara de inmediato, en los índices de audiencia y sobre todo en la influencia social. En el mes de noviembre El Hormiguero ha sido el programa diario de entretenimiento más visto, con La Revuelta segundo por estrecho margen. Ojo, ni uno está hundido ni el otro está arrasando: están compitiendo por una audiencia. Ni uno es tan rancio ni el otro tan disruptivo. Son diferentes, pero no son tan distintos.

Curiosamente tanto Motos como Broncano se criaron en el Grupo Prisa, tan vehemente con toda esta polémica en favor de Broncano, que creció a deshoras en la SER con espacios de humor y su estilo desatado, frente al valenciano, voz animadora de las mañanas de M-80 (Los 40 Classics), relevando a Gomaespuma. Su estilo lo trasladó al Cuatro de Prisa, que tan necesitado de audiencia estuvo siempre, de la tarde de los domingos a la actual franja diaria de la que es inamovible desde 2008. Una eternidad respecto a otros tiempos televisivos.

Pablo Motos y David Broncano, en una entrevista en el plató de ‘El Hormiguero’.
Pablo Motos y David Broncano, en una entrevista en el plató de ‘El Hormiguero’. / ATRESMEDIA

A la actual RTVE le interesa avivar el ambiente mediático para ganar audiencia con el espacio de David Broncano, como ha sucedido con la polémica por disputarse al invitado Jorge Martín y que derivó en los minutos de la berrea en La 1. En ese programa de una veterana de la radio como Gemma Nierga, 59 segundos, la periodista catalana llevó el jueves a quien precisamente relevó en las tardes de la SER en 1997, Xavier Sardá, porque se marchaba al duelo nocturno en la tele.

Sardá fue fichado aquel verano por Telecinco para competir ante Pepe Navarro, que a su vez había sido fichado por Antena 3. Su Esta noche cruzamos el Mississippi, que había triunfado durante tres temporadas en Telecinco, se transformó en La sonrisa del pelícano. Con el Mississippi (nombre tomado por un macroburdel a las afueras de Madrid) el de Palma del Río había fundado el primer late show con éxito en España. Navarro traía su experiencia de las mañanas en TVE y Antena 3 y sobre todo su bagaje en Miami en los años 80. Estaba listo para dar un tono sinvergüenza a las noches televisivas: parodias de la competencia, imitaciones de famosos, reporteros impertinentes, tratamiento sincero a lo que se denominaban por entonces temas subidos de tono (sexualidad, crónica negra morbosa). El clima del Mississippi, que sólo estuvo dos años en antena, se fue volviendo más turbio y sombrío con los meses, mientras el ego mosqueón de Navarro se hinchaba tanto que parecía estallar.

Al pasar a Antena 3 parte del público que le seguía por Telecinco no se lo perdonó y se mantuvo en la cadena que se había despojado de todo rastro mamachichero. Así que Sardá, que llegaba de la SER con tono desenfadado y con contenidos tratados con respeto y calidad, se fue imponiendo con las semanas con Crónicas Marcianas a su rival. Detrás de las cámaras había una dirección familiar de confianza, La Trinca, la productora Gestmusic, con un brillante concuñado del propio Sardá, Joan Ramón Mainat.

59 segundos contó con ambos astros noventeros, que tras tanto tiempo, por experiencia, tienen criterio para analizar lo que está pasando con Motos y Broncano, pero su rivalidad distaba como ejemplo a la actual porque su lejano enfrentamiento en la parrilla fue "breve, casi inexistente", como reconoció Sardá. En aquellos años las parrillas eran más proclives a los cambios. Había menos competencia, más dinero y así y más posibilidades así de probar y arriesgar. Y no existía la intoxicación política en las parrillas de entretenimiento.

En aquellos momentos quien había sido la voz en La ventana de la SER (un mismo conductor para las dos voces, el presentador y su alter ego, el señor Casamajó) ya llevaba más de diez años de experiencia en la radio pública y como guionista en programas de TVE, en el equipo de su hermana Rosa María Sardá. Pero cuando aterrizó en Marte, para las Crónicas Marcianas de Telecinco en septiembre de 1997, era un semidesconocido para el gran público. Había conducido Moros y cristianos en Telecinco y formatos fugaces en Antena 3 como Todos somos humanos, pero parecía que ante el líder de la medianoche televisiva de entonces, Navarro, Xavier Sardá no era 'nadie'. Era alguien. Y bien cuajado en la SER tras pasar por Radio Nacional.

En aquel arranque de la temporada 97/98 Navarro, respaldado por sus índices de audiencia en Telecinco, y Sardá, su relevo en la misma cadena, competían por el trasnoche pero el cordobés se cayó a las primeras de cambio, a las diez semanas. No tanto porque su audiencia no era la esperada (con datos que ahora serían asombrosos, tanto uno como otro rondaban cada uno el 25%), sino porque el Pelícano estaba tratando temas que no gustaban a la dirección de Antena 3 en manos del Grupo Zeta, inclusive la Casa Real, señalando a Iñaki Urdangarin (oh, cielos). Navarro terminó siendo fulminado por decisión de un cargo creado expresamente para esa cancelación. La llamada defensora del espectador canceló a Pepe por hacer "telebasura", término que usó el aznarismo contra todo lo que le era crítico o incómodo en la TV. En aquella Antena 3 se temía que El Pelícano iba a emitir imágenes del vídeo sexual de chantaje en el que aparecía el director de El Mundo, Pedro J Ramírez, con una prostituta. Aquí sí que hubo presiones de las de verdad. No las presiones imaginarias que asegura Broncano.

Pepe Navarro en 'La tarde', en 1984
Pepe Navarro en 'La tarde', en 1984

Guerra contra 'Crónicas Marcianas'

Navarro insistía este jueves que nunca tuvo la intención ofrecer esas imágenes. Las cloacas del Estado hervían en la transición entre Felipe González y Aznar. Los de Crónicas se quedaron a solas a las pocas semanas, con cuotas por encima del 35%. Sardá es buen tipo, así que el ego se le fue hinchando de manera más pausada. Su trayectoria fue imperial en las noches de Telecinco con mucha parodia, temas que calentaban el ambiente, tertulias tumultuosas. Los frikis, como se les llamaba, reclutados por Javier Cárdenas, formaron una legión rentable, que se amortizó con la llegada de la fábrica de famosos rápidos, los realties, Gran Hermano y Operación Triunfo (era en La 1 pero el gran formato de Gestmusic).

Paz Padilla (centro), con Xavier Sardá y el equipo de colaboradores de 'Crónicas marcianas'.
Paz Padilla (centro), con Xavier Sardá y el equipo de colaboradores de 'Crónicas marcianas'. / Mediaset

Crónicas marcianas tuvo su mayor significado por ser la resistencia de Aznar, como voz de oposición a un PP que se sentía impune e infalible. Precisamente con la derrota electoral de 2004 el mordaz programa de Telecinco perdió motivación, fuelle. Y también perdió a su alma, a Joan Ramón Mainat, que falleció.

Como oposición en la tele, Crónicas Marcianas y Sardá tienen un papel similar al que tienen ahora Pablo Motos y El Hormiguero. Ambos fueron centro de iras en la Moncloa, de distinto signo. Crónicas fue una voz insistente ante la injustificable invasión de Iraq. Motos, por entonces, también criticaba lo mismo en la radio, en M-80 con su No somos nadie. El ego de Motos entonces era modesto, visto el título.

La historia de las rivalidades televisivas contra Sardá es mucho más interesante que por los pocos duelos con Pepe Navarro. Xavier fue tentando por Antena 3 y nunca aceptó. Tenía la lección aprendida. Y a Crónicas desde la competencia le pusieron como rival a Francis Lorenzo (Efecto F), porque parecía que el actor canallita de Médico de familia era alternativa. Le pusieron a Jesús Vázquez, con las mismas armas, con La central. Le pusieron a Nuria Roca, con UHF y los cómicos de guardia de la casa. Y sobre todo apostaron fuerte con Máximo Pradera, con un perfil parecido desde Lo + Plus, y que parecía tener más mordiente. Pero se desvaneció en días, con una mala orientación, poca elaboración y un mal nombre: Maldita la hora. A Antena 3 sólo le funcionó aquí la réplica de Andreu Buenafuente, forjado en TV3 con el late show y que puso el duelo igualado con Sardá. Con Zapatero en la Moncloa el espíritu crítico de Crónicas se diluyó, crítica política que no tocaba en demasía por entonces Buenafuente. El fenómeno del late show en España se apagó por desinterés de la audiencia, el que ahora existe, como trincheras, en lo que se habia llamado hasta ahora access prime time.

La reflexión de Pepe Navarro

Pepe Navarro, con su estrellato ya bien lejano, y entrado en años puede aportar un punto de vista clarividente. En su análisis, el que llevara el Mississippi apreciaba este jueves que "vuelve el comunicador", la televisión de autor que encarna Brocano. Un asunto es el formato, que puede conducir un presentador cualquiera (como le pasaba a los rivales que fracasaban ante Sardá), y otro la personalidad para llevar adelante un programa con estilo único. Eso ocurre con Broncano. Y también con Motos, aunque no lo quisieran reconocer en 59 segundos.

"La televisión (en España) ha sido mutilada por Paolo Vasile (ex CEO de Mediaset", subrayaba Pepe Navarro, la domesticación de la pantalla a través de formatos en lugar de estimular figuras independientes, a la postre demasiado autónomas y poderosas, en programas personales. Por tanto, hay que agregar que el futuro de la televisión, entre la maraña de las redes y la oferta infinita, pasa por los programas con personalidad definida. Y estos sólo tienen un problema: manejar los egos.

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