Escuela de verano de Almanjáyar en Familia: El compromiso en Granada no se va de vacaciones
solidaridad
Un centenar de niños de entre 4 y 16 años participan en la escuela de verano de la asociación
Refuerzo escolar y actividades lúdicas llenan la jornada tras un curso marcado por la crisis del Covid-19
Con el fin del periodo lectivo a finales del pasado mes de junio se abrió el melón de la nueva normalidad en los campamentos de verano, iniciativas que en puntos como el la barriada del Almanjáyar no sólo sirven para ayudar en lo que se denomina conciliación laboral.
En esta esquina del mapa de la capital granadina la puesta en marcha de actividades para niños en periodo estival tiene una fuerte carga de compromiso. Se busca reforzar los valores relacionados con el esfuerzo y que nadie quede atrás, garantizar el derecho al juego y a progresar en un colectivo especialmente sensible, el de los niños. Así lo defiende Juan Carlos Carrión, párroco de San José Obrero y responsable de la ONG Almanjáyar en Familia, que organiza estos campamentos. Como cada año, han puesto en marcha su sede para dar cabida a decenas de menores con los mismos objetivos de ayudar y ser sensibles en un entorno especialmente complejo, aunque con el formato adaptado. Aquí también se cumplen con las medidas higiénicas y sanitarias a las que obliga el Covid-19, todo para ofrecer un entorno seguro para los jóvenes, los trabajadores y voluntarios.
La recepción del primer grupo de chavales que participan en la escuela de verano es a las ocho de la mañana. A las diez llegan más. Almanjáyar en Familia acoge en este verano de 2020 a unos 90 menores, aunque la demanda este año ha sido mucho mayor. “Hemos recibido 130 solicitudes”, recuerda Carrión, que destaca que la iniciativa de la ONG del barrio garantiza dos comidas diarias a los niños, todos ellos de entre 4 y 16 años.
La rutina diaria comienza con el desayuno y un tiempo dedicado al repaso académico, una cuestión que cobra especial relevancia en estos meses previos al inicio del curso y después de meses sin clases presenciales a causa del estado de alarma.
Los menores se dividen en grupos de diez niños. Cada uno es dirigido por un educador, que también cuenta con el apoyo de los voluntarios de la asociación. Completan la jornada con actividades lúdicas, juegos con agua para amortiguar los efectos del calor, visitas a la piscina –la municipal de Almanjáyar reabrió recientemente sus puertas con la llegada del verano–, y también se trabajan las relaciones, una cuestión que, a consecuencia del confinamiento, se vuelve capital en el regreso a las actividades en grupo.
La hora de la comida es otro de los momentos que se cuidan con esmero en este campamento estival del Almanjáyar. Este año la asociación cuenta con un cátering que ofrece en sus menús productos ecológicos, destaca Carrión.
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