Calçots en Granada: los mejores sitios donde comerlos
VIVIR GASTRO
Para esta fiesta se requiere llevar babero o no tener pereza para poner lavadoras. También ropa de abrigo y, para los que quieran conjugar un atracón pese a tener un estómago sensible, quizás también un protector gástrico para dar todo de sí en este encuentro gastronómico festivo junto a unas ascuas.
Estamos en plena temporada de calçots y aunque originalmente Granada no es tierra acostumbrada a estas cebollas largas y jugosas, no hay que moverse mucho para poder dar cuenta de una teja de estas verduras a la brasa acompañada de su salsa romesco, carne y un vino del terreno.
No es el primer plato que pese a su origen humilde se convierte en delicatessen extendida ya por muchos territorios, manjar democrático que une a todos. La calçotada es en Cataluña sinónimo de celebración y encuentro entre amigos y familias. Es una fiesta gastronómica típica de su región occidental, originaria de
Tarragona, en concreto de Valls en la comarca del Alt Camp, y tiene un significado que trasciende a la comida.
Ahora esa parte de Cataluña se ha instalado en Granada, en concreto en tres lugares donde su preparación es especial lo que le ha valido la fama y el reconocimiento así como cientos de visitas de los paladares curiosos y viajeros.
Calçots en Granada
Además de ser un menú divertido para comer con amigos y familia simplemente por los movimientos físicos que requiere -barbilla arriba y boca abierta mirando al cielo- a lo que se suma el riesgo inherente a verse salpicado por la salsa y los jugos del calçot, resulta que este plato es también especialmente saludable: esta especie de cebolla alargada apenas tiene calorías, pero sí gran cantidad de hierro, calcio, fósforo y magnesio. Además, son altamente depurativas, y la presencia de flavonoides hace que tenga propiedades antioxidantes.
La Guardilla, en Monachil
En Monachil, enfilando el camino a las alturas de Granada, hay una casa muy catalana donde la preparación del calçot la miman especialmente. Su nombre es La Guardilla y está regentada por un catalán y una manchega criada en Cataluña. Nada puede salir mal de esas brasas. Este restaurante familiar enciende sus brasas en la terraza durante el invierno donde sirven los auténticos calçots catalanes: sobre una teja y acompañados de butifarra y vino. Es un lugar más que recomendable porque suma su saber hacer a la catalana a un entorno amable y campestre.
El Gallo, Nívar
Este restaurante, también familiar y de altura, cuenta con una solera reconocida, no solamente por la elaboración de sus calçots, también por tener una cocina de la que todo el mundo habla maravillas. Además de recetas tradicionales hechas con manos de chef de renombre, también ofrecen estas cebollas braseadas que le han valido fama por toda la provincia.
Borneo Plaza, en Maracena
Con una atención al público primorosa y una "cocina de producto" como bien reseñan desde el propio restaurante maracenero, Borneo Plaza recibe a sus clientes en temporada de calçots como si de una masía se tratara. El establecimiento del área metropolitana cuenta con una de las cocinas más aclamadas cuando se trata de la preparación de esta cebolla a la brasa que acompaña con la tradicional salsa.
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