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Granada/Entre trogloditas, pieles y taparrabos. Así debería amanecer el municipio granadino de Píñar el próximo viernes 7 de agosto para celebrar su tradicional Día de la Prehistoria. Sin embargo, la extraordinaria situación sanitaria ha provocado que el Ayuntamiento de la localidad suspenda una fiesta que retrotrae al municipio unos 50.000 años atrás, hasta el Paleolítico.
Cada primer viernes de agosto, Píñar reivindica su pasado troglodita en unos particulares festejos que transforman el municipio con actividades temáticas. Los poco más de 1.100 vecinos, ataviados con pieles, abalorios de hueso y taparrabos, presumen de raíces neandertales como reclamo para atraer turistas. Pero este año, las miles de personas que visitan el pueblo durante este día no podrán disfrutar de una celebración que se remonta al año 1999, cuando un grupo de amigos ideó el festejo.
La decisión del alcalde, Eloy García Cuenca, de suspender las fiestas, viene motivada por la crisis sanitaria del coronavirus: "La prudencia y velar por la salud de todos nos obliga a suspender las celebraciones que nos identifican", indicó el regidor en un bando municipal. Una "dolorosa" situación que provocará "desazón" entre los vecinos de una comarca, la de Los Montes de Granada, que promociona a través de esta fiesta su rico y variado patrimonio.
El pasado prehistórico de la localidad tiene su principal joya en la Cueva de las Ventanas, una gruta catalogada como Bien de Interés Cultural y Monumento Natural de Andalucía que puede admirarse gracias a la visita teatralizada con la que arranca la jornada festiva.
Durante esta celebración de sus raíces paleolíticas, piñeros y visitantes también disfrutan de actividades centradas en la prehistoria y la población troglodita, como una barbacoa gratuita en la plaza del pueblo y una ruta de la tapa prehistórica basadas en las famosas dietas paleo, un plan de alimentación limitado a productos obtenidos de la caza y la recolección en el pasado, y del supermercado en la actualidad.
Las guerras entre clanes trogloditas ponían a prueba una sana competitividad entre los participantes. Junto a una coreografía de danza urbana y una exhibición de encendido de fuego por fricción, el pasacalles suele dar inicio a una fiesta nocturna que ponía el broche a una jornada de celebración del patrimonio cultural.
La curiosa estampa de la vestimenta por la que optan vecinos y participantes, como si volvieran a la Edad de Piedra, no se repetirá este verano. En anteriores ocasiones, el propio Ayuntamiento facilitaba adherirse a esta estética con un servicio de sastrería que permitía a quien lo quisiera mimetizarse en este prehistórico enclave.
Además, durante toda la jornada, los comercios y establecimientos del pueblo habilitan el pago con europiedras, una singular moneda con la que, solo durante este día, los asistentes pueden pagar por productos típicos de la zona. El Ayuntamiento, consciente de que la afluencia de visitantes venía aumentando año tras año, seguirá apostando por su continuidad, a la vez que resalta su singularidad y apela a que los vecinos den lo mejor de sí el año que viene.
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