El primer beso de Virginia Woolf fue en Granada

Literatura

Se conocieron en una obra de teatro, en el Isabel la Católica y tras su paso por una taberna, acabaron en un hotel carmen del Albaicín

A Virginia le gustaba Vita, un libro basado en las cartas de las amantes A Virginia le gustaba Vita

Lytton Strachey (Londres, 1880-Ham, 1931) y Virginia Woolf (Londres, 1882-Lewes, 1941)

Virginia Woolf reservaba un hueco en su memoria, uno de los más cálidos y llenos de nostalgia a Granada, su ciudad fetiche. Y así se lo recordaba a su amante, la intelectual y aristócrata Vita Sackville-West o, al menos así se relata en en libro A Virginia le gustaba Vita de Pilar Bellver, escritora granadina de adopción.

Y fue en Granada, ciudad que visitó en varias ocasiones, donde la dramaturga obtuvo su primer beso de otra mujer. Obtuvo, porque le vino sin previo aviso. Si todos los detalles que se entresacarán a continuación de la novela fueron o no tan apasionados como se cuentan, queda a la elección del lector ya que este libro juega en su engranaje con la epistemología ficcionada. Reconstrucciones de los hechos basados en las cartas de Vita y en los extensos diarios de Woolf.

La novela, publicada por la Editorial Dos Bigotes, se construye con numerosas anotaciones a pie de página para que el lector discrimine la ficción de la realidad, ya que nace de las cartas reales que compartieron las dos mujeres. Este episodio narra una noche primaveral granadina que comenzó con una entrada casual a un teatro y terminó, borrachera mediante, en un encuentro entre una célebre actriz y la dramaturga en una habitación de hotel.

El relato nace de la contemplación de un cuadro, más bien de cómo Vita explica a su marido cómo Virginia le contó su escarceo lésbico con una famosa actriz española tras verla representada en un cuadro colgado en el palacio británico de la aristócrata. Las amantes (Virginia y Vita) se encontraban pasando un deseado fin de semana juntas en el castillo de Knole, propiedad de Sackville-West en Kent.

"Cuando llegamos y vio por sí misma las dimensiones de todo esto, ironizó con que era mi obligación enseñarle la casa entera", dice Vita que alude en esa carta a cómo Woolf le recordaba que presumía de ser medio española (la abuela de Vita era malagueña, bailaora y gitana a la que llamaban Pepita de la Oliva). Es en ese maratón por el castillo con más de 300 habitaciones cuando las dos mujeres encuentran un cuadro que "representaba a una mujer muy atractiva; era un retrato de pie, de cuerpo entero, a tamaño natural".

La historia nace de un cuadro

Se trata del retrato de una española, plantada de pie con ropajes ricos y pomposos (para esta época) cuyo nombre y rostro conocía bien Virginia Woolf. La obra era María Tubau como La dama de las camelias de Luis Taberner y Montalvo (1878).

Maria_Tubau

Tras el encuentro, el libro de Bellver cuenta que la autora de Orlando, entusiasmada, dijo: "¡Y estaba aquí, en tu casa! Aquí, esperando a que yo viniera y me perdiese para que pudiera recuperar así uno de los recuerdos más bonitos de mi vida y más… influyentes". Efectivamente se encontraba frente a frente con la mujer que conoció en su primer viaje a España, en la primavera de 1905. En Granada.

En varios capítulos esta obra destaca los viajes de la inglesa a Granada, ciudad de la que se declaró en varias ocasiones "enamorada" y a la que describe como capital avanzada y cultural en el año 1905. Tan avanzada, de hecho, que la obra de teatro a la que asistió junto a su hermano era Resurrección de Tolstói, en el teatro Isabel la Católica. Y decimos avanzada, porque Granada ya estaba viendo esta adaptación teatral tan solo 6 años después de que la obra del ruso fuera publicada. Incluso antes de que fuera traducida al inglés, cuyo trabajo, precisamente, le correspondió a Virginia Woolf años más tarde. Casualidad o quizás fue la británica quien quiso volver a acercarse a esta obra.

"Me dijo (Virginia) que se pasó toda la representación recibiendo de ella más sensaciones y más información sobre las profundidades del alma humana de las que jamás había recibido de fuera de sí misma a través de ningún medio conocido como la literatura, la pintura o la música", decía Vita en esa carta a su marido. Tal fue la impresión que causó María Tubau en Woolf que, amén de esas palabras, ella y su hermano decidieron ir al camerino tras la función para conocer a la actriz. Ahí, sin esperarlo los ingleses, echó a andar una noche de conversaciones a media lengua entre el francés y el español, con botellas de vino y resaca final en una habitación de hotel en el Albaicín.

Un piropo con 'malafollá'

Granada impactó tanto a Woolf que llegó a decir de sí misma que no tenía capacidad literaria suficiente para describirla, y eso es mucho decir. Pero quizás lo que llenó el espíritu de la dramaturga no fueron solamente la Alhambra o el Paseo de los tristes, zonas grabadas a perpetuidad en la mente de la autora, sino también las costumbres y los gestos granadinos. El libro que citamos recuerda un par de ellos, entre los que destaca un piropo de lo más castizo.

La alabanza que recuerda la novela es del más puro estilo granadino: con 'malafollá', esa mezcla entre halago y pullita irónica, vino de una mujer hacia la actriz en la puerta del Teatro Isabel la Católica, tras la representación: "A ver si vienes más por aquí, María, que sabes que te queremos y el mundo no se acaba en Madrid". No hacen falta más palabras.

Con los hermanos ingleses sorprendidos por la calidez emocional de los españoles y, más aún, de su recién conocida compañera de noche, se encaminaron hacia una taberna. Es una pena Bellver no cite en la obra cuál de ellas dio de beber a Virginia Woolf en la noche de su primer beso, pero queda para los lectores imaginar alguna que contara con reservado donde se mezclaban tanto la alta sociedad como las gentes más humildes.

Tras varias botellas de vino, una de Rioja y otra de vino malagueño, el trío de la casualidad acabó en el hotel de la artista que el libro relata de esta manera: "Su hotel estaba en un precioso carmen, nos preguntó si sabíamos lo que era, en la entrada de El Albaicín. La noche de primavera en los jardines del carmen, que era muy grande a pesar de que entramos a él por una puerta muy pequeña y poco representativa (me encanta esa desproporción tan elegante que hay allí entre lo magnífico por dentro y lo humilde por fuera)".

Tras otras tantas largas conversaciones en las que Virginia sopesada y trataba de entresacar intenciones y guiños de libertad sexual de la actriz para poder reafirmar sus deseos y, sobre todo, confirmar que los mismos no le jugaban una mala pasada, el hermano de Virginia se rindió a los sueños del vino y, en ese momento fue cuando las dos mujeres de encontraron. Para sorpresa de la británica.

El beso llegó por parte de María y, como explicamos, sin que Virginia lo viera venir pues, joven aún, no entendió aquellos guiños y supuso que el arranque de sexualidad del que hizo alarde la actriz estaban dedicados a su hermano, pese a yacer en semi inconsciencia.

"No es el caso, efectivamente, nada más lejos de mi intención, pero, ya que lo dices, ¿no se te ha ocurrido pensar que, de querer pasar esta noche con alguien, en todo caso habría querido que fuera contigo y no con él?", dijo María Tubau, lo que dejó 'knock out' a la británica. En su descripción del momento, el libro cita una Woolf desconcertada: "Yo seguía sin saber qué decir, en todas las lenguas me faltaban palabras".

El beso

Y ahí se produjo el beso. "Me acercó a su boca para beberme, pero tan lenta, tan lentamente, tan despacito y tan sin dejar de mirarme, que yo tuve la eternidad entera para decidir si apartaba mis labios de los suyos o los dejaba llegar hasta mí. Si dejaba que me besase, yo sabía, en el fondo lo sabía, que ese beso me conduciría a un territorio del que no podría volver… Ahí la tienes, Vita, mírala: esta mujer maravillosa tuvo a bien besarme", le contó a Vita en aquel palacio de Kent mientras observaba el retrato de su primer beso.

El final de encuentro fue precipitado, la actriz lo decidió así, recordaba Virginia. Pero la dramaturga no abandonó Granada sin un consejo de vida que, finalmente, no siguió. "Lo que no tienes que olvidar es lo que has sentido tú, no lo que he hecho yo. Y, cuando las ganas de revivir ese recuerdo se te hagan insoportables, no pienses en buscarme a mí, sino en dejar al hombre con el que estés en ese momento. No cometas mis errores", fue lo último que pronunció en francés la actriz española antes de que los hermanos abandonaran su suite en el Albaicín.

Amor por Granada, en cartas a Inglaterra

El libro cuenta con una de las notas de la autora en la que explica el amor de Virginia Woolf por esta ciudad. Durante ese viaje, explica Bellver, que Virginia escribió varias cartas a la que era entonces su amiga íntima y probablemente uno de sus primeros amores, a Violet Dickinson. "Se trata, con mucho, del mejor lugar que hemos visto; creo que casi el mejor lugar que jamás hemos visto". Dice la escritora y periodista que se refería más bien a "La Alhambra, pero a Virginia le encantaban Granada y España; vino varias veces; y dejó muchos testimonios escritos, en cartas y en artículos específicos, que contienen comentarios e imágenes que hoy nos resultan muy jugosas. Algunos de sus artículos sobre España pueden leerse en Viajes y viajeros".

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