'Llueve más que cuando enterraron a Zafra'

Vivir Ciudad

Ilustración de la leyenda del fatídico entierro de D. Hernando de Zafra. / Antonio E. Bonilla
A.N.

07 de junio 2024 - 13:50

Granada/El sabio refranero granadino nos ofrece una expresión para cada situación. A pesar de la subida de temperaturas y la reciente llegada del verano, hace unos días una intensa lluvia sorprendió a los granadinos, que no están habituados a estas precipitaciones en el mes de junio. En muchos hogares granadinos se escucharía la popular frase 'está lloviendo más que cuando enterraron a Zafra', mientras se miraba al cielo en busca de una tregua.

Quizás es una de esas expresiones que memorizamos desde la infancia, y repetimos continuamente sin plantearnos su origen. ¿Quién fue Zafra? ¿y por qué llovió tanto en su funeral?. Tuvo que ser una gran tormenta, ya que pasó a ser historia viva del refranero granadino. Esta es su historia.

La crónica de un amor imposible

Cuenta la leyenda que D. César de Zafra se enamoró perdidamente de una vecina gitana del Sacromonte. Era hijo de D. Hernando de Zafra, secretario personal de los Reyes Católicos, que vivía en la popular Casa de Castril de la Carrera del Darro. Hernando era un hombre frío y supersticioso, y jamás llegó a aceptar el romance de su hijo. Su gran ambición y avaricia hizo incluso que desviara el agua de los canales para que la acequia dotara de un mayor volumen de agua a su casa. De esta forma, los vecinos no podían acceder a las acequias desde sus hogares.

Una noche, cansada de esta situación, la amante de su hijo se adentró en la Casa de Castril con un cántaro de agua. Se disponía a llenarlo para que sus hijos y los vecinos de la zona pudieran beber al día siguiente. Mientras salía de la Casa, una caída provocó un ruido que alertó al servicio de D. Hernando de Zafra.

El conde humilló a la joven gitana, obligándola a romper el cántaro frente a sus ojos. Habiéndose deshonrado su imagen, la joven salió del palacio con un gran enfado. Mirando al cielo, y con las manos sobre el pecho, recitó un juramento que más tarde se haría realidad: «Siete palos me dieron, conde de Zafra,y maldigo y emplazo tu vida en siete días. El próximo martes morirás, las aguas van a sobrarte y tus despojos navegarán sobre ellas».

Casa de Castril, residencia de la familia Zafra. / G. H.

Así fue que, pasado un tiempo, D. Hernando de Zafra murió en sus aposentos, en la Casa de Castril, a causa de una dolorosa enfermedad.

El entierro de D. Hernando de Zafra

Dícese que en aquel tiempo, una gran sequía asolaba la ciudad de Granada. Justamente esa situación fuerza la necesidad de conseguir tan preciado bien, al precio que fuera necesario.

Tal y como mandaba la tradición, se estableció el velatorio en la entrada de la popular Casa de Castril. Un gran número de granadinos hacían largas colas para acceder al palacio, a dar el pésame a sus familiares. Un auténtico vendaval asoló Granada aquel día, junto a una tormenta que perduraría en el recuerdo de todos los granadinos de la época. Tal fue la magnitud del aguacero que la inundación asoló la planta baja de la Casa de Castril.

El río Darro arrastró el ataúd, y con él el cadáver de D. Hernando de Zafra que yacía en su interior. Se cuenta que vagó por el cauce de la riada hasta un lugar lejano, que jamás llegó a ser encontrado. Tras varios días de búsqueda, se celebró un atípico funeral, sin el cuerpo y sin la posterior sepultura. Así fue como el juramento, que la amante de su hijo hizo al cielo, forzó el trágico destino del conde D. Hernando de Zafra.

Tal sería la estupefacción de los granadinos de la época que, en la actualidad, todavía se sigue recordando este hecho con uno de los refranes más populares de la ciudad. La permanencia de estas populares frases hechas mantiene vivo el pasado, trasladando situaciones de la historia de la ciudad a la actualidad más inmediata.

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